La residente de último curso en Cardiología del HUBU Lara Aguilar firma un estudio que evidencia el impacto de la fragilidad, entendida como una mayor vulnerabilidad desde el punto de vista clínico, pero también social, en pacientes de más de 18 años ingresados en la planta de este servicio a causa de una insuficiencia cardíaca; es decir, debido a que su corazón ha perdido fuerza y capacidad de respuesta ante las necesidades de su organismo. Un impacto que Aguilar ahora cuantifica con datos concretos y con independencia de la edad: el 10% de estas personas tienen que ser hospitalizadas de nuevo y/o fallecen al mes del alta y al 30% le sucede otro tanto a los seis meses del alta. «Una vez que sabemos que los pacientes frágiles tienen más riesgo de ir peor, podemos enfocarnos en que se vayan [del hospital] con mejor tratamiento y un seguimiento más cercano, individualizado e integral», explica.
Es decir, Aguilar constata que a una persona que ha tenido que ser ingresada en Cardiología por una insuficiencia cardíaca y tiene un cierto grado de vulnerabilidad sociosanitaria no se la puede citar para la revisión a la vuelta de seis o siete meses porque se sabe -y así lo demuestra- que tres de cada diez se mueren antes. «Por eso es tan importante detectar a estos pacientes frágiles; tienen muchísimo riesgo y no los puedes tratar como si no lo tuvieran», explica el coordinador de este estudio, el cardiólogo Ángel Pérez, presidente a su vez de la sección de Geriatría de la Sociedad Española de Cardiología.
El interés por los denominados 'síndromes geriátricos' en la Cardiología motivó la realización de este estudio, que generalmente se vincula a otras especialidades como Medicina Interna o en Geriatría. En este caso, se optó por ampliar el campo y estudiar el impacto pronóstico con hospitalizados en su propia planta por una enfermedad crónica e invalidante como es la insuficiencia cardíaca y, también novedoso, sin limitarse a franjas de edad avanzadas en las que se presupone una mayor fragilidad.
Así, en 2019 empezaron a preparar el proyecto y en 2020 comenzó el reclutamiento de pacientes: todos los ingresados en la planta de Cardiología del HUBU por esta patología y siempre que estuvieran interesados en participar. Al final, la muestra la conformaron 202 personas, de 18 años en adelante, en las que se evaluó si podían considerarse frágiles de acuerdo a los criterios científicos. «La fragilidad es algo bastante complejo de definir», admite Aguilar, matizando que «implica un estado de vulnerabilidad, que a veces se mide como algo más físico y otras, como un conjunto de enfermedades. Pero siempre implica mayor vulnerabilidad ante factores de estrés de los pacientes». A esto añadieron una valoración basada en una serie de preguntas, como si necesita ayuda para actividades cotidianas, si ha perdido peso, si puede ducharse solo, si puede salir solo de casa, si se encarga de manejar el dinero, si puede llamar por teléfono, si se fatiga al subir dos pisos por la escalera... «Estas preguntas se hacían poco en Cardiología y vemos que hacerlas tiene implicación porque, si las respuestas son adversas, el paciente ingresa más o, directamente, se muere más. Son pacientes de los que hay que estar más pendientes, porque a la insuficiencia cardíaca añaden un problema sociosanitario. Y, si no hacemos estas preguntas, no los detectamos», apunta el cardiólogo Ángel Pérez, mientras Aguilar especifica que constataron que «tenemos un porcentaje bastante elevado de síndromes geriátricos, porque, más o menos, un tercio de nuestros pacientes eran frágiles».
Infartos. La relevancia de constatar esta particularidad es, según destaca Pérez, «que la fragilidad es reversible». Es decir, que se puede ralentizar el avance con un tratamiento adecuado. «Estos pacientes se pueden beneficiar de estrategias para revertirla y una de ellas es la rehabilitación cardíaca», dice el especialista como ejemplo y sin omitir la importancia del manejo integral: con geriatras (especialidad que todavía no hay en el HUBU), internistas, médicos de Primaria...
Este estudio es la tesis de Lara Aguilar, que la defenderá en breve en la Universidad de Valladolid. Pero, a la vez, el servicio ha decidido emularlo en otras secciones y en relación con otras patologías. Por ahora se ha empezado con infartos y con infecciones del corazón (endocarditis). «La insuficiencia cardíaca es enfermedad crónica, pero nos interesa ver si este impacto pronóstico de la fragilidad aparece en otras agudas», concluyen.