La delirante historia de los huesos del Cid

R.P.B.
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Tal día como hoy, en 1099, murió en Valencia don Rodrigo. Recuperamos de nuestra hemeroteca la más exhaustiva investigación sobre los restos `viajeros' del Campeador y Jimena, recogida en un libro por Ana Fernández y Leyre Barriocanal, madre e hija

La delirante historia de los huesos del Cid - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Los mitos trascienden en el tiempo y en el espacio, derriban fronteras y se proyectan al mundo. A menudo, con una fama universal alentada por leyendas, sus vestigios son codiciados, tanto como el metal más valioso. Así sucedió con los restos de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador. Puede que no haya en la historia unos huesos más viajeros que los del héroe castellano por antonomasia. Viajeros y dispersos: la última investigación sobre la osamenta expoliada del Cid sitúa restos del que en buena hora nació en cuatro países diferentes de Europa. Sus autoras, Ana Fernández y Leyre Barriocanal, madre e hija, acaban de publicar el que posiblemente sea el libro más completo y mejor documentado sobre esta rocambolesca historia: Los huesos del Cid y Jimena. Expolios y destierros, que ha sido editado por la Diputación.

Sus autoras recogen una anécdota reveladora de la fama del Campeador. En 1812, en plena campaña de Napoleón en Rusia, donde el emperador sería derrotado por el invierno, el general ruso vencedor de la batalla de Krasnoi se quedó como botín el equipaje de uno de los mandos franceses. Aunque había pieles y joyas, lo que más llamó la atención del alto oficial, llamado Karl Fedorovich Löwenstern, fue un acta «sobre el cráneo del Cid con los dibujos de la tumba y de los huesos que se habían encontrado en España. Como era una pieza muy curiosa, la conservé y más tarde se la di al chambelán barón de Budberg, que la guardó en su biblioteca de Widdrich», escribe el general ruso en una de las car tas que han encontrado estas sabuesas y que constituye uno de los muchísimos hallazgos y novedades que recoge su obra.

Un libro que empezó como un trabajo académico de Leyre y que picó también la curiosidad de Ana. Tanto que ambas se zambulleron en una investigación histórica detallada y sorprendente. «Es curioso cómo la mayoría de los expoliadores, todos franceses, hablan en sus memorias de su exper iencia en España. Y al Cid le dedican bastantes recuerdos», explica Ana. La historia de los huesos del Cid está llena de interrogantes, aunque es tas investigadoras hayan respondido a unos cuantos. Como por ejemplo, que el 16 de diciembre de 1808 «se encuentran alrededor de la tumba del Cid y de Jimena en San Pedro de Cardeña al menos siete u ocho personas que posiblemente se llevaron lo que quisieron», señala Leyre. Uno de aquellos carroñeros, según esta investigación, fue el intendente Denniée, que según Leyre y Ana se llevó los cráneos del matrimonio.

Así que cuando un año después el general Thiébault decide honrar al Cid erigiéndole un mausoleo en el Espolón para congraciarse con los burgaleses, es más que probable que los restos que se trasladaron no fuesen los originales. O al menos no todos. Las autoras de Los huesos del Cid y Jimena. Expolios y destierros siguieron la pista de Denniée y han sabido que éste regaló los cráneos en 1813 al ministro de la Guerra, el duque de Feltre. Cráneos que está en paradero desconocido. «Por más que lo hemos intentado no hemos podido descubrir su paradero», explican las burgalesas, aunque sospechan que podrían hallarse en Francia e incluso Alemania.

Más de un año de arduas investigaciones, viajando a través de internet, escribiendo cartas, consultando innumerables bibliografía (libros, memorias, diarios), con el apoyo inestimable del padre Dalmacio Ortiz, bibliotecario de Cardeña, hombre sabio y autor de una gran obra inédita... Ana Fernández y Leyre Barriocanal han reconstruido buena parte de un rompecabezas fascinante.

«Esta es una historia increíble y todavía está por escribir completamente». Su libro, magníficamente documentado, es un viaje al Burgos ocupado por los franceses, pero también una aventura que llevará al lector por media Europa, de Francia a la República Checa, de Alemania a Polonia e incluso a lejana y fría Rusia. Y un documento impagable en el que se da nombres y apellidos de los principales artífices de un expolio increíble que todavía hoy impide que el Cid repose donde siempre deseó hacerlo: en su sepulcro del Monasterio de Cardeña de su tierra natal de Burgos.

El Campeador permanece desterrado.

 

EXPOLIADORES DE ALTA ALCURNIA

SALM-DYCK

Los aquí destacados no fueron los únicos expoliadores, pero sí dos de los más importantes. Salm-Dyck, conde y más tarde príncipe alemán, era presidente de la Comisión Legislativa cuando el 16 de diciembre de 1808, al pie del sepulcro abierto de Rodrigo y Jimena, se llevó la mandíbula inferior y un trozo de cráneo del Cid y el esternón y el fémur de Jimena. A su regreso, ordenó construir una urna para las reliquias, y se las acabó regando al príncipe de Hohenzollern, quien las conservó durante años en su castillo de Sigmarigen. Años más tarde, el rey Alfonso XII, informado de su existencia, reclamó a Hohenzollern los restos del que en buena hora nació. El príncipe germano aceptó la petición del monarca español y aquellos restos regresaron a Burgos en olor de multitudes el 6 de marzo del año 1883.

BARÓN DENON

Amante del arte, Dominique Vivant-Denon, barón desde 1812, es considerado uno de los grandes expoliadores de la época napoleónica. De su huella en Egipto basta con visitar el Louvre. Del sepulcro de Cardeña se llevó un trozo de cráneo del Cid, otro de un fémur de Jimena y otros restos más pequeños de ambos. Los primeros terminaron en el castillo de Kynzvart, perteneciente al canciller Metternich, en la República Checa. Lo segundos, en un relicario propiedad del barón que se halla en el museo Bertrand de Châtearoux. Y de éstos, otros en ¡Polonia! como se verá más abajo. De las andanzas de Denon en Burgos queda para la posteridad el grabado que de él, inclinado sobre los sepulcros abiertos de Cardeña, hizo Benjamin Zix.

 

TROZOS DE CRÁNEO REAL ACADEMIA

En la sede de la Real Academia de la Lengua, en Madrid, se encuentran dos restos del cráneo del Campeador. Los llevó allí Camilo José Cela, quien a su vez los consiguió de la condesa Thora Darnel-Hamilton. Según el relato de ésta, aquellos restos fueron expoliados por Delamardelle en 1808. Llegaron a la sede de la RAE en 1968. Una comisión de expertos le llevó al eminente historiador Ramón Menéndez Pidal, que se hallaba enfermo en su casa, uno de los restos, que emocionaron al gran investigador cidiano. Denon ante los sepulcros del Cid y Jimena.

 

HUESOS Y CENIZAS CRACOVIA (POLONIA)

Uno de los grandes descubrimientos del libro da noticia de la existencia de unos restos, también sustraídos por Denon, en una copa dorada, decorada con esmaltes y joyas, que se encuentra en la Casa Gótica de Pulawy, en Cracovia (Polonia) que perteneció a la princesa Czartoryska.

 

*Este artículo fue publicado en Diario de Burgos el 23 de junio de 2013