Cipriano Tamayo y su familia han estado desde el 9 de septiembre de 1983 sirviendo bravas y bebidas en la cervecería Casablanca en Gamonal. Después de 42 años, el pasado domingo cesó su actividad. «Me da mucha pena irme, un establecimiento así, en un barrio como este, no se puede perder», recalca el hostelero. Este local de calle Barcelona ha supuesto un lugar de reunión y ocio, frecuentado, sobre todo, por familias y obreros, que acudían al terminar su jornada laboral. «En los años 80, esta plaza era un espacio de alterne que duraba hasta las 3 de la mañana. Abrimos aquí porque había movimiento y juventud, además de porque es mi barrio», concreta el burgalés.
Tras volver del servicio militar obligatorio, Cipriano, que con 14 años ya había sido camarero en la Mejillonera, se propuso abrir su propio bar, acompañado siempre de su esposa Marisa. «Hemos sido felices durante 42 años, hemos tenido una clientela fiel y nos da mucha pena marcharnos», afirma Marisa, que se encargaba de la cocina. Para el matrimonio, Casablanca es un establecimiento referente en el barrio de Gamonal, ya que burgaleses de todas las zonas han acudido alguna vez. «Aquí hablas con todo el mundo, haces muchas amistades nuevas y a veces te toca ser psicólogo», comenta el gerente y afirma que con tantos años de experiencia han formado una familia con sus clientes y empleados. «Cuando empezamos venían familias de 25 años con hijos y ahora esos niños, que tendrán ya 40 y tantos años, han venido a despedirse de nosotros», recalca la cocinera. También recuerda que en su juventud, al acabar la jornada, salían de fiesta por las Bernardillas con el resto de la plantilla.
El local se llama Casablanca porque lo puso de ejemplo el aparejador que lo hizo y les gustó como quedaba. Al principio, tan sólo disponían de 60 metros cuadrados, lo que ahora era la tarima de las mesas del interior. Con el paso del tiempo, se ha ido ampliando el espacio con tres reformas. El éxito para seguir creciendo se dio de tener las ideas muy claras. «Tienes que estar ahí, con la clientela y los proveedores, siempre ahí». Además, Cipriano aconseja que «al cliente le tienes que llamar desde dentro, dándole servicios, como que le atiendan en terraza, y teniendo el local limpio». Sobre todo, destaca que para introducirse en el sector, como todo en la vida, se tiene que disfrutar de ello.
Las patatas y calamares con la deliciosa salsa brava de la cervecería Casablanca ya no se podrán degustar como hasta ahora. Cipriano y Marisa han decidido echar el cierre por jubilación. A partir de ahora pretenden descansar, aunque auguran que «nos aburriremos por frenar después de estar 42 años en constante movimiento sirviendo a la gente». Sin embargo, la persiana no permanecerá bajada para siempre. Contra todo pronóstico, su hijo Santiago, camarero mítico del bar, ha decidido no heredar el negocio. Por ello, Casablanca se ha traspasado a los dueños de la sidrería Antoju. «Ha venido mucha gente a verlo, pero este establecimiento no se lo puedes dar a cualquiera. Veo que saben de hostelería», confía el recién jubilado.