El momento de la verdad ha llegado. Y no hay mejor manera de encarar una campaña electoral que con una copa de Ribera del Duero y un brindis por la democracia. Sea quien sea. Que la cosa no está clara. El chinchín del choque de las copas, las sonrisas, las bromas sobre quién descorcha y quién sirve... Todo se ve mejor con una botella sobre la mesa. Los candidatos a la Alcaldía de Burgos disponen desde hoy de 15 días, hasta el 28-M, para poner toda la carne en el asador y convencer a los burgaleses de que su receta para los próximos cuatro años reúne los mejores ingredientes. Cualquier error de cálculo puede obligar a tirar a la basura todo lo elaborado hasta el momento. Más aún cuando saben que al lado tienen cocineros con tablas, con afilados cuchillos y sus propios secretos culinarios, y que delante les esperan unos comensales cada vez más exigentes y que no se conforman con cualquier plato. Quieren lo mejor. Quieren a los mejores.
Los líderes de los cinco partidos con representación en el Ayuntamiento en el mandato que ahora se agota acudieron gustosos a la llamada de este periódico. En un clima de máxima cordialidad se reunieron en las instalaciones del restaurante La Fábrica, que generosamente cedió el conocido chef burgalés Ricardo Temiño, y brindaron por el futuro de la ciudad, se asomaron a las cacerolas en los fogones, se sentaron a la mesa sin perder la compostura...
La más puntual en llegar a la cita fue la candidata de Ciudadanos, Rosario Pérez Pardo. Su llamativo vestido naranja se advertía a distancia. Aseguró, no quedó claro si convenció a los presentes, que el color escogido había sido casual y sin pretender guiño alguno a los tonos corporativos de su formación. Su fiel escudero, su pareja y también integrante de la candidatura, Carlos Falcón, no tardó ni medio minuto en aprovechar la ocasión. Se apresuró a repartir bolígrafos promocionales a los periodistas.
Coincidió este momento con la llegada de la cabeza de lista de Podemos, Marga Arroyo. Lanzó una primera pullita para dejar claro que estas estrategias no van con su partido. «Lo que espero es que me voten por mi programa», sentenció sin perder la sonrisa. Falcón encajó el dardo y, sin llegar a ofenderse, pero sí en la tesitura de responder ante un silencio incómodo, replicó que «todo cuenta». Ahí quedó la cosa. Pelillos a la mar.
Tampoco pasaron desapercibidos los atuendos de los aspirantes socialista, Daniel de la Rosa, y popular, Cristina Ayala. Ambos eligieron el azul, un azul eléctrico, los dos con la misma tonalidad. La elección se podía esperar de la líder del PP, pero sorprendió en el caso del alcalde. Ese azul de su chaqueta era, por decirlo suavemente, muy azul. Provocó comentarios suspicaces. Y todos iban en la misma dirección. Se preguntaban sus rivales si acaso el candidato socialista había buscado en su armario un color que agradara a los más clásicos, se cuestionaban sin perder su enorme sonrisa si el regidor andaba más preocupado por remover el voto conservador que por pelear el de su izquierda.
Al fin y al cabo, de lo que se trata en esta pelea de bloques (parece atrevido pensar en mayorías absolutas) es de restar estrellas al adversario, ya que con los partidos afines, en principio, no tendría que haber problemas para pedir una pizca de sal o una cucharada de azúcar en caso de ser necesario.
Con la llegada del candidato de Vox, Fernando Martínez-Acitores, con su omnipresente traje, aunque esta vez sin la corbata verde, corporativa, habitual en él en otras citas, ya estaban todos los invitados. Tocaba subir las escaleras hacia el restaurante para la sesión de fotos (...).
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