El pueblo que pidió no serlo

S.F.L. / Castellanos de Bureba
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Los pocos vecinos de Castellanos de Bureba apoyan la solicitud de la alcaldesa pedánea, María del Carmen Alonso, para disolver la junta vecinal, que pasará a ser un barrio más de Oña en los próximos meses

La vegetación devora las calles que pavimentaron los vecinos con cemento amasado a mano hace 40 años.

Unos chalés de varias plantas con terreno suficiente como para que en ellos se cultiven frutales dan la bienvenida en Castellanos de Bureba a los conductores que se dirigen a Burgos. También una señal bien conservada con el nombre del pueblo y otra que recuerda que la velocidad máxima permitida es de 30 kilómetros por hora.

Sin embargo, pocos son los que en esta época del año cruzan la carretera para tirar la basura. Con apenas «cuatro empadronados», según los datos que recoge el Instituto Nacional de Estadística, aquellos valientes que apostaron hace años por establecerse de continuo en el pueblo, los pocos ingresos que entran a las arcas municipales -impuestos, el arrendamiento del coto de caza y alguna pequeña subvención de la Diputación y el Ayuntamiento de Oña- no resultan suficientes para la gestión de la junta vecinal, por lo que la alcaldesa, María del Carmen Alonso, con el «apoyo de sus vecinos», afirma a este medio uno de ellos, ha solicitado a la Junta la disolución de la pedanía y pasar a formar parte del municipio oniense.

La localidad «arrastró problemas económicos a raíz del mal gobierno del anterior presidente», comenta uno de los que resisten allí. A él no le genera «ninguna pena» que Castellanos deje de ser oficialmente un pueblo para pasar a ser un barrio de Oña. «Nadie quiere tomar relevo en la alcaldía y lo mejor que nos puede pasar es esto, que por malo que sea, seguro que es mejor que lo que ha habido durante años».

Unas calles agrietadas invadidas por vegetación y pavimentadas a base de cemento rudimentario, amasado a mano por los vecinos hace más de 40 años evidencian la falta de mantenimiento de la localidad. El paso del tiempo también hace mella en los dos bancos de la Caja de Ahorros del Círculo Católico con la pintura descascarillada situados en una de las entradas al centro, los cuales no invitan a sentarse a descansar.

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