¿Merece la pena una foto con Georgia Meloni para que, a continuación, esta se lance a un elogio dirigido al 'rival' Vox? ¿Conviene a una labor de oposición acusar al Gobierno español de participar en el golpe de Estado de Maduro, por haber presuntamente cooperado en la salida de Edmundo González de Venezuela? ¿Fue un acierto apoyar la declaración del Parlamento Europeo en el sentido de que el mentado don Edmundo es el verdadero presidente de Venezuela, y no Nicolás Maduro?
La respuesta, en mi opinión, es la misma para las tres preguntas: no. Creo que, frente a los patentes errores del Gobierno, desde el Partido Popular hay que intensificar la sutileza a la hora de ejercer la ahora cada vez más imprescindible labor de oponerse razonablemente a muchas de las cosas que hace, y que no hace, el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez.
Aprovechar la situación de unos desdichados jóvenes migrantes para ir a ver a la primera ministra italiana y, con tal de desacreditar la acción del Gobierno español en la materia, elogiar, como hizo Feijóo, la acción de Italia en la materia, o sea, criticar la pésima acción española, me parece un paso cuando menos cuestionable. Por mucho que, antes del presidente del PP, haya sido el 'premier' laborista británico, Keir Starmer, quien se haya dado un paseo -y bastante se le ha criticado por ello en el Reino Unido- por el palacio Chigi para recibir los 'consejos' en materia migratoria de la activa política 'ultra' italiana, que ahora está tan de moda.
Nunca he sido partidario de que los políticos, en la oposición o en el Gobierno, vayan al extranjero a lavar allí la ropa sucia que habría de lavarse en España. Menos aún puedo aplaudir la ruptura del consenso básico que debería existir en España sobre política exterior. Cierto que ni Pedro Sánchez ni 'su' ministro Albares son demasiado proclives al entendimiento con la oposición, pero eso no justifica que el 'popular' Esteban González Pons, que parece ser el hombre de confianza de Feijóo en lo referente a la política exterior, se lance nada menos que a hablar de 'cooperación' del Gobierno de Sánchez en el golpe patente de Maduro, el tirano dictador que se apropió falsamente del resultado de las elecciones del pasado 28 de julio.
Cierto que la actuación del Ejecutivo español en el 'caso venezolano' en general y en la huida -porque eso fue, me temo: un acto de cobardía- de Edmundo González desde la embajada española en Caracas es cuando menos opaca y sospechosa; pero, quizá por eso mismo, Pons y, por tanto, el PP, deberían haber extremado sus cautelas. El Ejecutivo en torno a La Moncloa está actuando particularmente mal en el pegajoso 'affaire' de Venezuela, de la mano cuestionable y opaca de Rodríguez Zapatero; pero seguramente hay en el fondo una negociación --¿para la salida de Maduro?-- que, como le ocurre a González Pons, desconocemos.
Se encona la cuestión venezolana en la política interna española. Hoy, la verdad, diga lo que diga una parte del Parlamento Europeo -que ganó la votación, cierto--, Edmundo González ya no es, porque tendría que haber mostrado una actitud más heroica (como la que está haciendo Corina Machado), presidente venezolano; como tampoco lo es, en verdad, Maduro. Más valdría que España, es decir, PSOE, PP y los demás, buscase una solución conjunta y negociada, con la UE como telón de fondo, para paliar la angustia de tantos venezolanos, que, sin retórica alguna, puede proclamarse que son, porque lo son, nuestros hermanos.
El 'estado mayor' de la sede de la calle Génova tiene, en mi opinión, que afinar el tiro, porque la verdad es que no son solamente cuestiones de política exterior las que están en juego. Supongo que, como por otra parte sería su obligación, el PP también está, como el PSOE con Santos Cerdán, 'hablando' algo con el Junts de Puigdemont, que sigue, increíblemente, desde su 'exilio', ejem, moviendo los hilos de la política española. Ignoro hasta dónde llegan estas conversaciones, pero Feijóo sabe, o cree, que el fin del 'sanchismo' está más cerca que lejos. Y no, no hablo de una posible, pero improbable, moción de censura contra Sánchez. El fin del 'sanchismo' se producirá por los excesos del propio Sánchez, que ahora se aferra a un congreso de su partido que va a salirle -mire usted, por ejemplo, las 'revelaciones' periodísticas que se están haciendo sobre el 'número tres' del partido, Santos Cerdán- algo menos triunfal de lo previsto.
Y si, en realidad, se diseña una nueva era en la política española, es preciso insistir en que la oposición que se haga al inquilino de La Moncloa sea mucho más de trazo fino y bisturí acertado que de sal gorda y serrucho. Feijóo, que sigue siendo el más probable próximo inquilino del principal despacho monclovita, sería, seguramente, mejor primer ministro que líder de la oposición. Justo lo contrario de lo que le ocurre a su principal rival político.