Alejandro Llanos se encontraba descansado en casa antes de volver al trabajo cuando la llamada de teléfono de un vecino le alertó de que las caballerizas de una de sus fincas, ubicada junto a la Vía Verde, en Oña, ardían. Rápidamente se trasladó al lugar del suceso y nada pudo hacer por el refugio de sus animales, que el domingo por la tarde quedó arrasado en cuestión de minutos. Allí se encontraban los bomberos voluntarios de la villa, agentes forestales de la Junta, la Guardia Civil y para la sorpresa del damnificado, el «autor confeso de los hechos», declara.
Se trata de un «usuario de la residencia para mayores de San Salvador que normalmente sale a pasear por las mañanas y tardes en su silla de ruedas eléctrica», expone Llanos. El domingo, como habitualmente, abandonó el centro. En torno a las 18.30 horas varias personas que caminaban por la carretera de Tamayo divisaron una «humareda negra» que procedía de la construcción de su propiedad. Antes de que el 1-1-2 avisara a los equipos de extinción de incendios, el portavoz de los voluntarios, Enrique Oña, se trasladó junto a sus compañeros hasta el terreno para comprobar lo acontecido. Cuando llegaron lo intentaron, pero «nada» pudieron hacer por «salvar el establo ni los objetos que había dentro». Los caballos pastaban en otra parcela cercana por lo que el propietario no tuvo que lamentar daños graves. Si bien, antes de denunciar los hechos, ha calculado que entre el material y la herramienta incendiada las pérdidas económicas «superan los 3.000 euros».
Las llamas no se extendieron a otras zonas verdes y las labores de extinción «resultaron fáciles» para los profesionales, que emplearon el agua de los depósitos de «dos vehículos contra incendios, en torno a 10.000 litros». Según la información que aporta el bombero a este medio se vieron obligados a «echar al señor de allí para sofocarlo».
El supuesto autor "rompió la cadena de la puerta y accedió a la finca. - Foto: S.F.L.Llanos asegura que el anciano «reconoció haber prendido las caballerizas» y que «no es la primera vez que rompe los candados» con los que cierra la puerta para acceder a la finca o que «quita los que yo coloco y deja puestos otros suyos». Asimismo, recuerda que la semana pasada «subió en silla de ruedas hasta Penches», una localidad situada a casi 4 kilómetros de distancia de la villa condal, «robó la bicicleta del hijo de una vecina y la depositó en el terreno en el que entró el domingo sin mi permiso». El oniense contactó con la residencia, «al igual que han hecho otras personas que han tenido problemas con él», aclara, para que «tomaran cartas» pero «solo tres días más tarde ha prendido fuego a mi propiedad sin ninguna justificación», añade.
Desde la dirección de la residencia se han mantenido al margen del suceso y no han aportado ningún dato sobre el usuario. No obstante sí han aclarado que «lo que hagan los residentes fuera del centro a nosotros no nos compete, aquí todo el mundo puede entrar y salir libremente porque no es una cárcel ni un centro de menores».