El cultivo de patata se desploma

R.E.M. / Burgos
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La provincia Burgos ha pasado en una década de destinar 2.438 hectáreas a tan solo 1.677. «Necesitas mano de obra y cuestan mucho las semillas, los tratamientos...», aseguran los productores

Luis Antonio García, productor del Valle de Valdelucio, en una imagen de 2023. - Foto: J.J. Matías

Las tierras dedicadas a la patata se han desplomado en la última década y cada vez menos personas se dedican al cultivo de este popular tubérculo. «Hace falta una fuerte inversión y se requiere mucha mano de obra, en la cooperativa -Santa Isabel- ahora hemos quedado cuatro y casi no cubrimos los gastos», expone Daniel Bravo, responsable del sector de la patata en la organización agraria Asaja.

Según los datos aportados por la Junta de Castilla y León, en la provincia burgalesa hay este año un total de 1.677 hectáreas de patatas. Sin embargo, hace justo una década, en el año 2014, había hasta 2.438 hectáreas. Supone una caída del 31%, aunque el descenso ha sido paulatino y así se comprueba al ver que en 2023 había 1.799; en 2022, 1.979; o en 2022, 2.140.

Este problema no solo es una cuestión que afecta a nivel provincial, ya que si se analizan los datos de toda la región se observa cómo en una década ha caído la superficie de 20.699 hectáreas hasta las 17.290. En la actualidad, dentro de la Comunidad destacan como provincias más patateras tanto Valladolid -4.714 hectáreas- como Salamanca -4.707 hectáreas-.

«El cereal o el girasol, por ejemplo, es más fácil para la gente que empieza porque solo necesitas el tractor. La patata, en cambio, requiere más mano de obra y la gente parece que no tira por ello. Es mucho trabajo», explica Bravo. Así, menciona que producir este alimento lleva tiempo y esfuerzo debido a que se debe «manosear», clasificar, colocar en sacos y envases... Cuesta encontrar trabajadores y, además, las limitaciones para emplear algunos tratamientos suponen una dificultad añadida puesto que ahora tienen que utilizar productos «más caros e ineficientes».

En este sentido, Luis Antonio García, productor de Quintanas de Valdelucio, expone que no existe relevo generacional y que el sector lleva muchas décadas sufriendo. «Nos vamos haciendo mayores y no es que el descenso de tierras de patatas sea grande, es que no para... Son muchos problemas encadenados y nunca le han querido dar una solución, ahora nos rasgamos las vestiduras al ver que las zonas se quedan vacías y que no hay patatas, ya es muy tarde y la mayoría somos mayores», manifiesta.

También requiere una fuerte inversión, debido a que las semillas están muy caras y se necesitan de numerosos minerales y tratamientos, a lo que se suma la mano de obra mencionada anteriormente, puesto que se debe contratar personal. «Es mucho dinero el que tienes que meter por hectárea...», reseña Bravo.

En la cooperativa Santa Isabel (de los Valles del Tozo y a la que pertenecen estos dos profesionales) no les ha quedado más remedio que unirse a otras dos cooperativas, Cosidel (de Quincoces de Yuso) y Culpaval (Aguilar de Campo), con el fin de poder comercializar este alimento debido a que cada uno trabaja con una variedad.

Calidad y precio. La producción de patata resultará buena, aunque no llegará al nivel de espectacular conseguido el año pasado. De hecho, la última cosecha fue una de las mejores que recuerda el sector y estuvo acompañada también por unos precios muy óptimos. De hecho, como menciona García, resultó uno de los más rentables. La calidad parece que se va a mantener intacta, confirma Bravo. Eso sí, el hecho de que septiembre esté siendo un mes tan lluvioso ha retrasado la recogida y los agricultores del entorno del Valle de Valdelucio y El Tozo -la zona más productora- todavía se encuentran a la espera de poder empezar, algo que confían que suceda a lo largo de la próxima semana para que no se lleguen el frío más intenso y arruine lo que hay.

Por otro lado, aún se desconoce a cuánto se puede llegar a vender debido a que el precio varía mucho de unas semanas a otras y en la provincia burgalesa todavía ni está recogiendo para poder comercializarse. Mientras, Bravo menciona que hace un par de semanas estaba a 58 céntimos y ahora ronda los 26-30. En cualquier caso, una gran diferencia con respecto a lo que pagan luego los consumidores. «La gente se está mentalizando ya de que el agricultor no se forra, pasa con la patata y con todos lo demás... como con el cereal», afirma. Habrá que esperar para ver lo que se paga por el producto cuando entren a jugar en el mercado.