"Me llamo Laura Serrano Isla, nací en Aranda de Duero hace 43 años y a los 33 dejé la vida de urbanita y me vine a Gumiel de Izán a vivir al pueblo por amor. Y aquí hago vida, no solo duermo. Salgo, compro, me involucro en las fiestas, en las actividades, consumo en las tiendas, en los bares. Soy del pueblo". Lo suelta de carrerilla, como si se hubiera preparado la presentación para un reality. Y como posa en la foto con gafas de sol y echá pa’lante, con el arte de una tonadillera postmoderna, podría pensarse que estamos ante una candidata a la versión agropop de Supervivientes, cuando lo cierto es que esos cristales oscuros solo protegen unos ojos y un corazón sensibles en grado superlativo.
Un día segando con el tractor dejó a un corcino malherido y le dio tal ataque de ansiedad que no pudo continuar la faena. «Mato a un conejo con el coche y ya estoy mala», confiesa. Y mejor no sacar el tema del lobo, porque discute hasta con su marido, que fue víctima de uno de los mayores ataques a una ganadería en Burgos en los últimos años.«Si le preguntas la fecha de la boda no se acuerda, pero la de aquel día no se le olvida, el 12 de octubre del 18», afirma sin bromear. Con el lobo tampoco acepta bromas. «¿Malo? Peor es el ser humano», responde sin pestañear. «Que me venga un urbanita de ciudad a discutir sobre el lobo, no lo entiendo», afirma para explicar las interminables discusiones que mantiene en sus redes sociales.
Laura no solo ha dejado atrás su vida de urbanita, también ha cambiado uno de los empleos soñados por media Ribera, en Pascual, por otro que casi nadie quiere.«Llevo con mi marido 12 años y he conocido 5 empleados. Te duran un año, se cansan, encuentran algo mejor, les parece duro... Te da igual nacionales que extranjeros, no quieren trabajar en el campo», asume. «Yo he hecho el camino contrario y, te voy a decir una cosa, económicamente no sé si he ganado o perdido, pero he ganado en salud, porque no hago turnos», afirma riendo. «He notado que he mejorado mucho al venirme aquí. Trabajas mucho pero al menos te levantas a la misma hora», suspira. «Tantos deseando entrar y yo deseaba salirme. A mí me matan los turnos», continúa. Imposible comer y dormir a las mismas horas, rutinas saludables que le aconsejaban los médicos en su intento de ser madre. Desgraciadamente sin éxito.
Tras varios abortos, Laura cayó en una depresión de la que ninguno de sus seres queridos conseguía sacarla. Hasta que su marido trajo a Cora (en la fotografía), contradictoriamente hija de una camada no deseada. Nunca antes había tenido perros.«Cora me levantó de la depresión, me animó, fue un chute de energía...¡El amor que te puede dar un perro!», se sincera. La madre de Laura cree que son almas gemelas. «Dice que tiene un sexto sentido, que me ve a mí en ella», añade. Y una llevo a la otra. «Si a mí un perro me ha ayudado, ahora me toca a mí ayudar a uno», se dijo.Y Laura encontró a Viruta en la protectora Huellaranda. «La tuvieron que estirpar todos los órganos reproductores porque tenía principio de cáncer, de todo lo que había parido. No la quería nadie», afirma y el dolor se trasluce en su voz. «Y ahora Viruta es la perra que todo el mundo quiere tener en Gumiel», recalca orgullosa y a la espera de que aumentar su familia con una hembra mastín, que ahuyentará a los ladrones. «Piensas que rescatas a un perro pero al final el perro te rescata a ti. Yo salí adelante gracias a las perras», reconoce sin pudor y pese a que por su profesión pueda parecer contradictorio hacer bandera de un amor incondicional a los animales. «Si no los amas, este trabajo es imposible», recalca.
Su marido, Sergio, confirma que Laura apunta maneras como agroganadera.Entre ambos manejan 600 ovejas churras y realizan el ciclo completo, venta de sus lechazos, también preasados, y de sus quesos, Del Vidal. Laura lleva además la parte comercial y las cuentas. La pandemia ha frenado algunos de sus planes, como las visitas a la explotación, que está en Oquillas, pero ha potenciado la venta por internet y el puerta a puerta.Anhela las ferias y el contacto con los clientes. Tuvo un primer ensayo en Lerma, aún muy raro. «Todo muy rápido» y con algunos desconfiados pensando que se quieren ahorrar la degustación. «A la gente no se le metía en la cabeza que no es por eso», se queja. Sergio y Laura están adheridos a Burgos Alimenta, «una plataforma que ya podrían tener muchas diputaciones. Para los pequeños y medianos productores es buenísima. ¡Ojalá dure muchos años!», afirma sin atisbo de peloteo hacia los políticos. Conoce a alguno desde sus tiempos de instituto. Ángel Guerra (PP)era profesor de inglés y de bandurria y Leonisa Ull (PSOE)de francés. «Era una bomba de relojería», apunta. «Siempre decimos que no sabemos cómo ha salido de allí alguno cuerdo», apunta. En aquella época de estudiante, esta arandina tenía ilusión por ser ¡modista!, y estudiar Diseño, pero su madre enviudó muy joven. «Mi padre murió de repente en la cama y todas las ilusiones que teníamos se fueron al traste. Mi hermana y yo hicimos lo que pudimos para ayudar a mi madre económicamente», recuerda. Aunque siguió cosiendo -«la casa de mi madre es un museo de mis cuadros bordados, no se los regala a nadie»- estudió Administrativo y trabajó dos años en una gasolinera llevando la contabilidad para después estar 16 años en producción en la fábrica de Pascual. «No me arrepiento, he hecho cosas que también me han gustado», zanja.
Duda si podrá seguir haciéndolo en el futuro. «Veo que mucha gente está en contra de las ganaderías, los bulos de lo que contaminan, el auge del veganismo y de la gente en contra del sacrificio de los animales para consumo, luego están las macrogranjas... Ojalá me equivoque pero creo que la ganadería extensiva de vaca, cabra y oveja dentro de 20 o 30 años, como esto vaya en bucle, cuidado, y mi suegro que sabe mucho de esto, lo dice, va a terminar desapareciendo», explica en una reflexión que se extiende a los municipios más pequeños.«Veo cada vez pueblos más vacíos, en la España vaciada que no vacía», apostilla. «A mí dame el pueblo, por ruidos, por estrés, por aparcar, por todo», recalca.
Y dame ayudas, no subsidios. «Sé que hay gente que quiere montar ganaderías pero es muy complicado» e implica un gran desembolso, más para hacerlas coexistir con el lobo. «Instalaciones, protección, pastores, mastines -que la gente no lo piensa, pero dales de comer-, vacunas, seguros... Cada vez más gente está quitando rebaños», añade para plantear al consumidor una duda. «Cuando llega Navidad, ¿de dónde sacan tanto lechazo?». Hay quien lo tiene claro.«Te pago lo que sea pero yo quiero un lechazo churro, churro, que sepa lo que le das de comer». Y aquí no hay duda. Come en casa.