Toda su vida fue una aventura, incluso el final, aunque éste llegara en el lugar más insospechado y de la forma más trágica para alguien que pasó parte de su existencia al filo de lo imposible. Yvette Borup, parisina nacida hace 125 años, fue una mujer audaz que jamás se arredró frente a ningún desafío en un mundo gobernado por hombres. Casada muy jovencita con Roy Chapman Andrews, explorador, paleontólogo y naturalista estadounidense, se convirtió, acompañando a su esposo por los lugares más recónditos del globo, en una de las pioneras de la fotografía documental y en un personaje fundamental para el prestigio que adquiriría su marido, el aventurero en el que se inspiró el popular personaje cinematográfico de Indiana Jones.
Andrews, nacido en Wisconsin (Estados Unidos), se había ganado a pulso un trabajo en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York tras pasarse años y años recolectando por medio mundo todo tipo de reptiles con los que enriquecer las vitrinas del centro. Tanta obstinación le sirvió no sólo para hacerse con un puesto en tan reputada institución, sino para que pudiera emprender, en su nombre, expediciones que resultarían únicas en la época. La pareja, casada en 1914, se convirtió también en un equipo de exploradores de lo más brillante.
Así, con medio planeta en guerra, Yvette y Roy dirigieron una expedición zoológica por el sur y el oeste de Asia, aventurándose en la entonces fragmentada y convulsa China, que se hallaba en la antesala de una guerra civil. De aquella experiencia, la fotógrafa francesa obtuvo unas instantáneas documentales de las diferentes tribus del interior del continente que hoy constituyen un legado de valor incalculable. El resultado de aquel viaje se recogió en el libro Caminos de China, una obra que todavía hoy es consultada como referente cuando se abordan las regiones más inhóspitas del gran país asiático.
Aquella expedición fue la primera, pero no fue la única.En el periodo de Entreguerras y hasta los años treinta, el matrimonio siguió explorando aquel continente, realizando expediciones a la enigmática Mongolia, desierto del Gobi incluido.Se llamaron ‘Expediciones Centroasiáticas del Museo de Historia Natural de Nueva York’. En total, realizaron juntos más de una veintena de viajes. Uno de ellos cobró notable fama, ya que se desplazaron con su equipo con una flota de autos de la marca Dodge y padecieron un sinfín de peligros marcados por un clima extremo, los animales salvajes, ciertos forajidos y bélicos militares.
Aquellos fueron años tan intentos para Yvett Borup y Roy Chapman Andrews, que en uno de los libros de memorias que publicó ya retirado del ajetreo mundo de las aventuras, escribió: «En los primeros 15 años de trabajo de campo, puedo recordar una decena de ocasiones en las que escapé de la muerte por los pelos. Dos de ellas atrapado en tifones, una cuando nuestro barco fue atacado por una ballena herida, en otra ocasión mi mujer y yo estuvimos a punto de ser devorados por perros salvajes, en otra estábamos a merced de un grupo de lamas fanáticos, en otro par escuché llamadas de la muerte al caerme de unos acantilados, en otra casi me coge una pitón gigantesca y en otras dos podría haber sido asesinado por bandidos». ¿Cómo no inspirarse en él para crear el inolvidable personaje que dio vida en el cine Harrison Ford?
En sus exploraciones, hicieron descubrimientos importantes, como un fósil de Indricotherium, considerado el mayor mamífero terrestre de todos los tiempos. Emparentado con el rinoceronte, aunque sin cuerno, parecía una enorme jirafa. El fósil terminó exhibiéndose en el Museo de Historia Natural de Nueva York. La mayoría de aquellas aventuras impulsadas por el centro neoyorquino desde fueron financiadas por grandes magnates norteamericanos, como el mismísimo Rockefeller o J.P. Morgan.
Un curioso encargo. Como recogen todas las biografías del inspirador de Indiana Jones (que casi siempre iba ataviado con sombrero, traje de boy-scout y armado con una pistola) una de estas expediciones tuvo el apoyo económico y la inspiración de un singular personaje; un afamado y multimillonario mecenas llamado Henry Fairfield Osborn, seguidor de las teorías evolucionistas de Darwin. Este hombre, a la sazón paleontólogo, encargó al matrimonio que buscara en Asia fósiles humanos para contradecir al propio Darwin, que sostenía que el origen del hombre estaba en el continente negro.Para Osborn, no sólo los grandes mamíferos como el Indricotherium procedían del continente asiático: también el ser humano.
Pero nuestros protagonistas no hallaron nada parecido; sí que encontraron el primero y más grande registro fósil de dinosaurios descubiertos hasta la fecha. Otro de los formidables hallazgos de aquellas expediciones fue el de los primeros huevos de dinosaurio de la historia, aunque no fue hasta los años noventa que se pudo concluir que pertenecían al Theropodo oviraptor.
Ivette y Roy hicieron en 1930 su última aventura juntos. En sus quince años de matrimonio vivieron un sinfín de experiencias y tuvieron dos hijos. Pero se divorciaron a su regreso a Estados Unidos. Él se convirtió pocos años después en el director del museo.Ella siguió recorriendo el mundo. Incluyendo España, donde quiso el destino que perdiera la vida.
El cruel final
Ivette, que había sobrevivido a un sinfín de peligros, que había salvado en numerosas ocasiones la vida por los pelos, encontró la muerte, quién lo hubiera dicho, en una carretera de Burgos. Había salido de París el 11 de abril de 1959 en compañía de su amiga Patricia Everet. Llegaron a Burgos por la noche y se hospedaron en el Hostal El Cid. La mañana del día 12 se levantó ventosa. No cubrieron mucha distancia cuando reemprendieron el viaje: en el kilómetro 185 de la carretera Madrid-Irún, a la altura de Bahabón de Esgueva, el vehículo que conducía con gran velocidad Patricia se salió de la calzada y chocó violentamente contra un árbol. Ambas mujeres salieron despedidas del coche. Ivette Borup, con una herida brutal en la aorta, murió desangrada a los pocos segundos. Tampoco su amiga sobrevivió. La prensa habló de la fatídica muerte de dos turistas americanas. Aún no se había oído hablar de Indiana Jones.