De las cientos de tendencias para vestir, el estilo boho es indiscutiblemente el preferido de Lucía. Las botas camperas siempre han sido sus mejores aliadas, al igual que las faldas y vestidos largos, las blusas estampadas y los pantalones y tops de crochet que Belili confecciona. Si la ropa juega un importante papel a la hora de marcar la personalidad de cada uno, los accesorios no se quedan atrás y tienen un gran poder para dar un giro de 360 grados a cualquier outfit. De esto sabe, y bastante, la vecina de Los Barrios de Bureba, que con sus 26 años ha comprobado como unas joyas tienen el poder de que hasta el atuendo más clásico y sencillo parezca un modelo listo para lucir en el Festival de Coachella.
Desde niña prometía tener una visión especial para los negocios con la venta de pulseras y llaveros de cocodrilos realizados con abalorios a los más cercanos «incluso a mis profesoras», comenta entre risas, aunque finalmente se decantó por estudiar Magisterio de Educación Infantil y Primaria. Actualmente ejerce como docente en Arcos de Jalón (Soria) y se define como una apasionada de su profesión. «Tengo clarísimo que es a lo que me quiero dedicar toda mi vida pero las manualidades siempre han ido conmigo», añade. No hay nada que se le resista, desde fabricar con cartones una pequeña funda de guitarra, a un coche casi a tamaño real que formaba parte de la decoración navideña de la fachada de su casa. Eso le relaja, y de la manera más inocente, entendió que la especie de don que tenían sus manos -y su cabeza para el diseño- podía sacarlo partido.
Dos años después de colaborar en el mercado medieval que organizaron en su localidad instaló un puesto que apenas contaba con cuatro pulseras que había elaborado en sus ratos libres. La cantidad de público que recibió el evento fue inesperado para todos, pero todavía más que en «poquísimo tiempo me quedara sin género porque me lo compraron», recuerda todavía sorprendida. Al año siguiente repitió experiencia y los resultados obtenidos superaron aún más sus expectativas y las ventas se incrementaron.
¿Debería crear más cosas? Desde que se hizo esa pregunta tan solo han pasado meses, suficientes para contar con un amplio catálogo de pulseras, collares, tobilleras y pendientes dirigidos a una clientela muy particular. Emplea cuero, plata tibetana, acero inoxidable y perlas diversas de nácar o lava y, consciente de que el estilo bohemio se aparta de lo convencional y no sigue la estricta tendencia, diseña piezas muy especiales.
Acaba de sumergirse en un mundo apasionante, pero a la vez desconocido y por ello se mantiene en su sitio. «No pretendo vivir de la artesanía, simplemente es mi afición y me gusta compartirla con los demás». Crea artículos asequibles cuyo precio oscila entre los cinco y diez euros para que todas aquellas personas que se encaprichen de algo lo puedan comprar. Tampoco se ha planteado la venta por internet ni fuera de su zona de confort pero sí los encargos.
Su idea es acercarse a los pueblos cercanos en momentos puntuales y mostrar las cosas que realiza con mucho amor, siempre que pueda, en compañía de su madre. Con ella forma el equipo perfecto porque a «ella le fascina hacer ganchillo y a mí ponérmelo», declara con orgullo.
Siempre portando alguna de las llamativas prendas por sus formas y colores tejidas a base de horas de esfuerzo en el domicilio familiar, sus puestos recuerdan al del mercadillo de Las Dalias de Ibiza. Elementos naturales como soportes, expositores de madera y un gran cartel que recuerda que «cuando compras algo que está hecho a mano estás comprando horas de experimentos y fracasos. No es una cosa, es un trozo de un momento de la vida de la persona», sentencia la joven artesana.