En muchos casos, los datos sirven para revelar o explicar un hecho que puede pasar desapercibido al ojo humano. En otras ocasiones, como ocurre en cualquier contexto relacionado con la AP-1, las cifras solo corroboran una evidencia que pide a gritos soluciones.
A la espera de lo que pueda ocurrir en el sprint final del verano, la conexión por carretera entre Burgos y Vitoria está en una situación de riesgo constante de embotellamientos y de inseguridad. Así ocurrió el pasado martes debido a un accidente que colapsó una vía convertida en una ratonera desde de su liberalización el 1 de diciembre de 2018.
Esa fecha cambió para siempre la realidad de la vieja autopista, una plataforma que absorbió de un día para otro gran parte del tránsito que hasta ese momento acaparaba la N-1. El aumento de la densidad y de los flujos desde entonces es palpable en la carretera y demoledor sobre el papel.
Hay dos conclusiones contundentes: la AP-1 ha duplicado el volumen de tráfico diario en una década y su intensidad de tráfico ya supera los registros de varios tramos del corredor a Madrid con sus más de 28.000 usuarios de media.
Dejando a un lado las estaciones de aforo situadas en los alrededores de la capital del país, como los que se encuentran a la altura de Alcobendas o San Sebastián de los Reyes, la AP-1 ya supera el volumen de coches que habitualmente circulan por los puntos de control de Sarracín (25.509 vehículos al mes), Fontioso (21.353), Robregordo o Buitrago de Lozoya (22.570). Además, los picos máximos del corredor a Vitoria ya alcanzan cifras similares a las que ofrece la A-1 en época estival al paso por la localidad madrileña de San Agustín de Guadalix (50.613).
El crecimiento de la AP-1 amenaza con superar la capacidad de la vía en determinadas circunstancias. Siempre según los números registrados en el último control del tráfico compartido por el Ministerio de Transportes la antigua autopista ha duplicado su aforo en varios tramos de la ruta al País Vasco en tan solo diez años.
En el año 2013 la intensidad media registrada era de 16.569 vehículos que abonaban su peaje religiosamente, cuando ahora hay tramos del trazado que alcanzan los 32.000 usuarios en su promedio anual, una tendencia claramente al alza desde la pandemia.
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