Hace apenas un mes y medio, el nuevo director general de la Guardia Civil, Leonardo Marcos, prometió paliar el déficit de efectivos en la provincia con una estrategia heredada de su antecesora en el cargo: agentes recién salidos de la academia. Pero a largo plazo, no aportó ideas para lograr que estas incorporaciones echen raíces en Burgos en vez de marcharse a otros lugares. Y de aquellas aguas, dicen entre las asociaciones profesionales, estos lodos. Porque en el último proceso de traslados, la Comandancia ha sido una de las más damnificadas de España. Alrededor de 140 agentes han optado por otros destinos y solo 30 por este territorio. El preocupante saldo negativo resiente especialmente la seguridad de los pueblos.
La plantilla de la Benemérita en Burgos ya llevaba años en números rojos. Antes de esta sangría del último traslado, que deja un vacío de 110 agentes, ya tenía alrededor de 200 vacantes, según explican desde la asociación profesional Justicia para la Guardia Civil (Jucil). Estas deficiencias que describen están sujetas a un catálogo de 777 plazas que consideran desfasado. «La población ha crecido, las costumbres, también. Lleva sin actualizarse más de 20 años y la sociedad no es la misma», destaca Agustín Leal, portavoz del colectivo a nivel nacional.
A efectos prácticos, explica, deja decenas de cuarteles prácticamente en cuadro, porque la unidad más afectada es la de Seguridad Ciudadana. Es decir, las que patrullan, o al menos deberían hacerlo, diariamente por los pueblos. «Hay algunos que se van a quedar con un solo efectivo, seguramente para atender denuncias y hacer labores burocráticas toda la mañana. No tiene ningún sentido», protesta Leal, quien advierte de que tampoco se han cubierto numerosas vacantes de oficiales y suboficiales. «Hay mandos realizando labores que no les corresponden», reitera.
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