El Ecoparque busca salida a 36.200 toneladas de basura

G.Arce
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Lo que hasta el año 2011 era calificado como compost y fertilizante agrario, ha pasado a ser producto bioestabilizado sin uso definido claro. El cambio legal ha generado una montaña de desechos en Cortes

El Ecoparque busca salida a 36.200 toneladas de basura - Foto: Luis López Araico

En el Ecoparque de Cortes, el centro de tratamiento de residuos de la ciudad, prospera desde hace una década una enorme montaña de material oscuro. Para los profanos parece tierra, pero no lo es. Estamos ante el resultado del proceso de selección y compostaje de la basura urbana que se desarrolla en esta planta desde hace más una década, lo que hasta la Ley de Residuos de 2011 se denominaba ‘compost’ y hoy es ‘material bioestabilizado’. La diferencia de concepto es importante: el primero se utilizaba como fertilizante agrícola; el segundo se almacena desde hace 9 años a la espera de encontrar un uso que justifique todo el gasto y el tiempo en tratamientos industriales aplicados a este producto.

El Servicio de Medio Ambiente y Sanidad del Ayuntamiento estima que a día de hoy en Cortes se acumulan 36.210 toneladas de bioestabilizado, una herencia que se remonta a los tiempos en los que Arranz Acinas gestionaba el Ecoparque. Esta concesionaria tuvo patentado un compost en el registro de fertilizantes del Ministerio de Agricultura, que dejó de comercializarse con la entrada en vigor de la Ley de Residuos.

La norma pone el dedo en la llaga de lo que hacemos todos los burgaleses después de comer, al limpiar los platos en el cubo de la basura. Establece que el compost es solo aquel material que procede de la recogida separada de residuos biodegradables (residuos alimenticios y de cocina, pequeños restos vegetales de jardines), no de los restos de la basura mezclada que se deposita en los contenedores grises y que luego es separada (manual y mecánicamente) y tratada en el Ecoparque.

Es decir, en Burgos solo podría salir compost de los 27 contenedores marrones, los que se han instalado en una experiencia piloto en los barrios de Vista Alegre y Cellophane, para dar servicio a una población de 10.400 vecinos. Y decimos ‘solo’ porque, como ha quedado demostrado, el contenedor marrón no ha garantizado que todo lo que contiene son biorresiduos; hace falta aún más cultura del reciclaje en los burgaleses y unos procedimientos más sofisticados en la recogida para garantizar un fertilizante con las garantías medioambientales exigidas.

El pasado año, en los contenedores marrones se recogieron 692,5 toneladas de supuestos biorresiduos que, bien sometidas a un proceso de aprovechamiento energético mediante biometanización o bien compostadas, dieron lugar a 124,6 toneladas de compost. Pero el producto final obtenido de los contenedores marrones no pasó los indicadores de calidad que se requieren para su uso como fertilizante, pues muestra grandes contenidos de impropios, que pueden ir desde los filtros de un cigarrillo, los restos de barrer, los serrines de maderas tratadas, plásticos, productos químicos, tierra, cristal, entre muchos otros.

 

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