En 1515, Fadrique de Basilea llevó a su imprenta de Burgos un libro singular, que arrastraba desde hacía siglos el estigma de maldito. Su autor, un escritor italiano llamado Dante Alighieri, la había escrito doscientos años antes, llegando a ser una obra proscrita antes de esa fecha (y lo sería a lo largo de muchos siglos después). El más importante impresor de Burgos recibió la primera traducción al castellano de ese libro de manos de uno de los hombres más cultos de aquella floreciente ciudad castellana, a la sazón arcediano de la Catedral de Burgos. Se llamaba Pedro Fernández de Villegas y había nacido en Burgos en 1453, en el seno de una familia noble.
Recibió una educación exquisita, que él amplió hasta alcanzar una vastísima cultura pese a que pasó toda su vida en Burgos con excepción de un periodo de dos años en Roma; estancia breve, pero fundamental en su vida, ya que en la Ciudad Eterna se empapó de su arte y su literatura. Pudo el eclesiástico burgalés mantenerse en Roma gracias a que era hombre protegido de Juana de Aragón, duquesa de Frías y condesa de Haro. Fue allí donde cayó en sus manos el texto de Alighieri, que le sedujo a pesar de que era amante y experto en clásicos como Juvenal o Plutarco. Su título fue La traducción del Dante de lengua toscana en verso castellano.
En su estudio sobre la figura de Fernández de Villegas, el historiador Pablo Puente Santidrián afirma que la traducción que el burgalés hizo en verso de Dante «revela una erudición asombrosa respecto a los autores clásicos paganos y a los Padres de la Iglesia y, unida a esta erudición, una preparación teológica bastante considerable. Pero no se ha de reducir su valor al comentario. La versión misma, que aún hoy puede celebrarse posee una fuerza poética si no sublime, sí al menos digna de tenerse en cuenta».
No es un alabanza gratuita. El prestigioso traductor Anthony Pym, en un artículo publicado por el Instituto Cervantes, desentraña algunas de las claves de la traducción de Villegas a partir de las confesiones de su propio autor. «El traductor nos explica que el mayor problema técnico de su tarea era el de utilizar un verso más largo que el de Dante, por lo cual tenía que buscarse materias con las que rellenar el espacio: Quedó el defeto ya dicho de faltar en cada terceto un pié para la media copla, y dos piés en cada una entera; éstos yo acordé de los suplir desta manera: que algunas veces, ocurriendo de mio algund buen pié, que más aclare su texto ó confirme su sentencia, póngole; y haya paciencia el Dante que en su brocado se ponga algund remiendo de sayal, que más le faga lucir; y el filósofo dice, que de misérrimo ingenio es siempre usar de lo fallado. De modo que, con toda la debida modestia, el traductor añadía versos de su propia cuña (pero eso sí, con buen pie)», escribe Pym.
Pero, subraya el tradutor, a Fernández de Villegas no siempre le sobraban pies, por lo que se veía arrastrado «a tener que bailar con el apoyo de los otros», y así lo explicaba el burgalés: Otras veces suplo aquellos piés de lo que alguno de sus glosadores dice..., «esto es, cuando el verso quedaba corto y al traductor no se le ocurría ninguna idea, éste incorporaba libremente a la traducción los comentarios de la crítica» lo que le permite concluir a Pym que Villegas lo hizo «indudablemente mejorando al Dante original»
¿Escuela erasmista?
Para Puente Santidrián, es probable que el arcediano Villegas estuviese adscrito a la corriente erasmista a la que en aquella época se sumaron numerosos intelectuales en toda Europa, siendo Burgos uno de los centros culturales e intelectuales de referencia en España. «En Burgos, en la escuela del Sarmental, que funcionaba ya normalmente en siglo XV, parece que se exlicaban las obras de Erasmo».
El historiador asegura que Pedro Fernández de Villegas, abad de Cervatos y arcediando de la Catedral del Burgos, «es uno de esos personajes que no han tenido suerte en el concierto de la historia de la literatura». Existe un ejemplar de la traduciión del burgalés que fue impreso por Fadrique de Basilea en 1515 y es propiedad de la Biblioteca Pública de Burgos.