Están en la calle pero son invisibles, igual que si fueran mobiliario urbano. Es la gran paradoja de las personas sin hogar, que se encuentran delante de todos pero no se las escucha ni se las atiende. Así lo explicó ayer Enrique Cuesta, coordinador desde hace 16 años de un programa de voluntariado con personas sin hogar de la ONG Acción en Red en Madrid, durante la conferencia que dio en el Teatro Principal y con la que se inauguraron los Martes por los Derechos Humanos organizados por la Red Alternativa de Grupos.
«Este colectivo supone el reflejo del fracaso de la sociedad, de lo que hemos hecho mal en conjunto y de lo que le puede pasar a buena parte de nosotros. Por eso no queremos verlos y les convertimos en un bulto», añadió.
Cuesta recordó que los sintecho son iguales a cualquiera y que han tenido los mismos éxitos y los mismos fracasos que todos, «aunque quizás algo más de mala suerte o peores decisiones, el problema es que han pagado un precio mayor que lo que pagamos los demás». En ocasiones, el proceso de terminar durmiendo en la calle es «muy acelerado» porque a él se suma el hecho de carecer de vínculos sociales por diferentes razones (cambio de ciudad, problemas de salud prolongados, desempleo), un hecho que se está viendo ahora más que nunca: «Nos pensábamos que éramos inmunes a estas situaciones, que éramos un país próspero pero, de repente, hay personas que llevan años en el paro y que a su colchón social se le va terminando la resistencia y esto al final desencadena otro tipo de problemas que terminan resintiendo el equilibrio mental. Este perfil ha empezado a aparecer ya hace un par de años, primero con los inmigrantes, que tenían los trabajos más precarios, y ahora está empezando a pasar con población española y joven».
Porque estar en la calle produce un inmenso estrés: «En la calle uno se encuentra en un ámbito desprotegido, sin derechos y sin las mínimas herramientas para poder defenderse, lo que provoca un gran estrés que en no pocas ocasiones desemboca en trastornos mentales severos».