Lo que Sánchez tiene entre manos no es una investidura sino un sudoku, un rompecabezas que para algunos es complejo y para otros es imposible. Sólo él sabe si será capaz de encajar todas las piezas y, lo que es más importante, mantenerlas en su sitio cuatro años. De momento, lo que hay es un gran atasco. Y los que acusaron a Feijóo de dilatar su investidura -lo que es otra mentira porque fue la presidenta del Congreso la que fijó la fecha, posiblemente siguiendo instrucciones- y aplazar la resolución de los graves problemas de España, callan ahora cuando Sánchez ni tiene fecha ni quiere ponerla.
El presidente no sabe si cuenta con el apoyo de todos los miembros de Sumar -solo unidos para mantenerse en el poder-, no tiene garantizados los votos de ERC y de Junts y ni el PNV -Urkullu también tiene su plan- ni el BNG han dado su ok. Sólo los de Bildu apoyan incondicionalmente al presidente, que ha tenido que hacerse la foto del escándalo para garantizar esos votos. Un Estado gobernado por las minorías es un Estado en riesgo. Con esos mimbres, hoy por hoy no hay investidura. Este sudoku se juega, al menos, en cinco paneles.
1.- El Gobierno en funciones está dividido entre quienes apoyan el terrorismo islámico y la masacre de Hamás y los que, con muchas dudas, lo condenan, defienden el derecho de Israel a defenderse y piden que la respuesta no sea otra salvajada. Lo que ha dicho la ministra Belarra es más que suficiente para que hubiera sido cesada. Y su insistencia sectaria, desafiando al Gobierno del que forma parte, doble motivo. Pero como Sánchez no la nombró, no puede cesarla. No es, ni mucho menos, la única división en temas de fondo, entre ellos el referéndum en Cataluña, que sí apoyan Sumar y Podemos, o el reparto de carteras del futuro Gobierno que cada uno quiere su cuota.
2.-La amnistía. Sánchez tiene a todos sus soldados buscando cómo saltarse la Constitución garantizando que lo que hace es cumplirla. Nos tiene acostumbrados. Aunque aprobarla sea poner en solfa toda la respuesta política, democrática y judicial del Estado al intento de golpe de estado, que es lo que fue el 1-O. Pero borrar los delitos de todos los delincuentes políticos no es suficiente, exigen un referéndum. Enric Juliana dice ahora que la declaración unilateral de independencia de Cataluña por Puigdemont fue una broma: "efectuó un amago verbal e inmediatamente después dijo que esa decisión quedaba congelada". Manda huevos.
3.- La separación de poderes. Tenemos ahora, de forma difícilmente justificable, un Parlamento inactivo e ineficiente. Los diputados cobran, pero no trabajan. Pero el problema principal es que en la legislatura anterior, y previsiblemente en la próxima, la confusión intencionada del poder ejecutivo y del legislativo, deja a éste la mera práctica de ratificar las leyes que envía el Gobierno, ya pactadas con sus socios. Sería imprescindible devolverle su papel de control del Gobierno y recuperar el papel decisivo y la dignidad de las instituciones. Lo que hay ahora es un proceso deconstituyente.
4.- La independencia del Poder Judicial está en riesgo claro y el Consejo General del Poder Judicial puede pasar a ser un instrumento de las mayorías parlamentarias de cada momento y no un órgano institucional de amplio consenso, lo que afecta gravemente a la credibilidad del sistema judicial en su conjunto.
5.- Y, finalmente, todo indica que Sánchez "sabe" -lo ha dicho en una entrevista- que el Tribunal Constitucional aprobará -previsiblemente por 7 votos a cuatro, como todas las decisiones que está tomando desde que lo preside Conde Pumpido- esa posible ley de amnistía. En su día ya dijo que quien mandaba en la Fiscalía General del Estado era él y ahora insiste.
Sospecho que la investidura saldrá adelante al precio que sea. Sánchez solo tiene una regla: cuidar de sus propios intereses.