Los cereales tocan fondo

Vidal Maté
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Desde mayo de 2022 los precios se habrían reducido en una media superior al 40% debido al impacto de las importaciones, sobre desde Ucrania

Los cereales tocan fondo

Durante los últimos tiempos, los precios de los cereales han sido protagonistas de una especie de montaña rusa con fuertes oscilaciones al alza y a la baja rompiendo la estabilidad y el equilibrio de los mercados. En unos casos, esa situación se ha debido simplemente al comportamiento de la oferta y la demanda por la evolución de las producciones y previsiones de cosechas. Pero a esas incertidumbres propias de una actividad siempre sometida a oscilaciones causadas por las condiciones climáticas, se han añadido y se mantienen otras circunstancias ligadas a movimientos y estrategias geopolíticas como las habidas en Ucrania, con Rusia en competencia al fondo para exportar cereal barato y, a lo lejos, la estrategia de compras del gigante chino, las exportaciones de cereal de los países sudamericanos -especialmente del maíz brasileño- o las entradas desde Francia.

En este contexto, una fecha a tener en cuenta en relación con el mercado de los cereales por sus efectos más directos sobre el sector español es junio de 2022, cuando se firmó el acuerdo entre Bruselas y las autoridades ucranianas para apoyar la economía de ese país facilitando la exportación de su producción de cereales en condiciones ventajosas a toda la UE. Ello supuso, hasta agosto de este ejercicio, la entrada de 47 millones de toneladas en todo el espacio comunitario, de las que 19,5 millones fueron a parar al mercado español con los consiguientes efectos sobre las cotizaciones interiores, según apunta un informe de Unión de Uniones. Con estas cifras, Ucrania se habría convertido en el principal proveedor de cereales a España dejando en un segundo y tercer lugar a las ventas de Francia -maíz y otros cereales- y Brasil -maíz-.

Como consecuencia de los acuerdos suscritos con Ucrania en esa fecha, los precios de entrada al mercado comunitario se fueron reduciendo progresivamente; en el caso del trigo bajaron desde los 317 euros tonelada en 2022 a los 212 en agosto de este año, en cebada desde los 312 a los a los 202 y en el maíz de 351 a los 202, lo que supone ajustes en negativo de y entre un 35% y un 45%. En el mismo periodo, los precios medios de los cereales en España pasaban en trigo de 394 euros en 2022 a entre 201 y los 213 en agosto de 2024, en cebada de 378 a entre 183 y 191 euros y en maíz de 382 a 222 euros por tonelada, con una reducción de entre un 40% y un 50%. Por todo ello se ha ido produciendo un gran acercamiento entre los precios de entrada y los precios del mercado interior.

A la vista de esta evolución de las cotizaciones, en el sector agrario, desde los productores a los operadores del comercio de los cereales, se entiende que los precios actuales deberían haber tocado ya fondo por la propia supervivencia de la actividad y apostar por la necesidad de mantener un equilibrio entre los intereses de todos los agentes de la cadena por su impacto sobre otros sectores de la economía.

Desde el grupo Sagredo, operador de cereales, abonos y semillas en Castilla y León, se defiende el equilibrio de intereses de la cadena para que no se rompa la misma como instrumento para garantizar el futuro de todos los agentes del proceso, desde el agricultor a los fabricantes y proveedores de medios de producción, desde la maquinaria a los fitosanitarios, semillas o abonos. Se entiende que si el campo no tira y funciona con alegría, difícilmente lo pueden hacer quienes tienen su razón de ser ligada al sector.

Para los productores de cereales, tras las bajadas de los últimos dos años, los precios deberían haber tocado ya fondo para asegurar la viabilidad de la actividad considerando las subidas que ya ha registrado en los últimos tiempos la maquinaria, muy por encima, en este caso, de las subidas tradicionales de los abonos o semillas en cada campaña. La producción estima que si no hay una mínima rentabilidad en esa cadena para el primer eslabón, difícilmente podrán sobrevivir otras partes de la misma. Además, si no hay rentabilidad, tampoco hay ahorro en manos del agricultor y, lo que sería más grave, no habrá fondos, capacidad de endeudamiento ni apetencia para el uso necesario de los medios de producción, actividades económicas que se verían igualmente afectadas.

Grupos inversores.

Desde la perspectiva de la supervivencia del sector, todo ello supone, a la postre, el riesgo de abandonos de actividad agravando la falta de relevo generacional, el envejecimiento de la población en esos territorios y causando más despoblación en el medio.

En el sector de los cereales, un factor novedoso por el envejecimiento de los activos es la expansión de grandes, medianos y hasta pequeños grupos inversores realizando las tareas de laboreo de grandes superficies de terreno propiedad personas que, bien por su edad o por otras circunstancias, como herencias, no son activos del campo, pero tienen interés en seguir con la propiedad de sus tierras.

A efectos de lograr una máxima rentabilidad siempre, y más en estos periodos de ajustes en los precios de venta de los cereales, desde Cooperativas Agro-alimentarias de España se recalca la necesidad de operar en común desde los procesos para el suministro de medios de producción hasta la comercialización de las producciones, actuaciones que se estima pueden suponer un incremento de los ingresos netos en una explotación en más de un 20%.

La producción de cereales en España está sujeta a grandes oscilaciones por las condiciones climáticas de cada campaña y han oscilado en los últimos años entre los menos de 11 millones de toneladas hasta cifras por encima de los 20 millones, frente a una demanda estabilizada en los últimos años entre los 36 y los 37 millones de toneladas, de los que 27 corresponden a la alimentación animal, cinco van para la alimentación humana y algo más de tres millones para usos industriales. Ello significa una gran dependencia del exterior, algo inevitable para mantener una cabaña ganadera al alza en los últimos años. Esto es especialmente claro en el porcino, que depende de esos cereales para no frenar su expansión en los mercados comunitarios y en terceros países.