Que la relación de niños y adolescentes con las redes sociales y los dispositivos que les permiten acceder a las mismas y a sus contenidos ha trastocado la realidad educativa en los últimos años es algo que ningún profesional del área discute. Más bien al contrario, todos saben que es un enorme melón que es imprescindible abrir y sobre el que pende una pregunta de forma insistente: ¿Hay que prohibir los teléfonos móviles en la escuela? Cuando salen a la luz pública casos como el recientemente conocido en San Sebastián de un enorme grupo de whatsapp donde chavales de los primeros cursos de la ESO de diferentes colegios compartían imágenes de extrema violencia y pornografía el debate se vuelve a abrir y comienzan los movimientos políticos en este sentido. Países como Reino Unido, Francia, Italia o Finlandia ya han tomado cartas en el asunto y directamente han expulsado los dispositivos de las aulas. En España, no hay criterios unificados y cada comunidad autónoma tiene diferentes normativas aunque, en ningún caso, han llegado al extremo de excluir los teléfonos. En los centros escolares burgaleses, por ejemplo, se restringe su uso en función de las edades de los estudiantes, se sancionan los incumplimientos de las normas con mayor o menor gravedad en función de los hechos y puntualmente se les da un uso académico.
Cristóbal Álvarez, director de Jesuitas, reconoce que es un elemento de indudable preocupación y admite que puede llegar a ser como intentar poner puertas al campo. «El uso y el abuso de los móviles están normalizando situaciones que no lo son en absoluto y creando personas, no sé cómo llamarlas, quizás 'dislocadas' porque, por un lado, piden su intimidad y, por otro, la exponen, aunque esto quizás también nos pase a los adultos. Pero lo que sí sabemos es que a los chavales esta exposición les hace más vulnerables y débiles».
(Más información, en la edición impresa de este domingo de Diario de Burgos o aquí)