Ha sido la noticia de la semana. La decisión de la Junta de Castilla y León de dar luz verde a los estudios de Medicina en la Universidad de Burgos (también se autorizaron en León), considerada histórica por el número de años que el conjunto de las instituciones locales lleva peleando por ella, fue recibida con mucha satisfacción y declaraciones grandilocuentes. El rector de la UBU, Manuel Pérez Mateos dijo, nada menos, que se va a diseñar no solo un grado sino «el mejor grado de España». En un contexto plagado de dificultades para la cobertura de muchos puestos médicos en diferentes especialidades, se considera, de forma general, que el inicio de estos estudios, previstos para el curso 26-27, va a ser la solución a la falta de personal que está deteriorando la calidad asistencial del sistema público de salud. ¿Pero qué piensa de esta decisión la profesión que se enfrenta a diario a unas consultas saturadas y a un sistema desbordado? La tónica general se compone de expectación, dudas, prudencia pero también satisfacción, a la espera de que se concreten los detalles prácticos de la carrera.
El jefe del servicio de Urología del HUBU, Emilio Gutiérrez, que durante años fue docente en el grado de Enfermería y Ciencias de la Salud y que, precisamente en los últimos años se encontró con dificultades para compaginarlo por cuestiones de compatibilidad, ha recibido la noticia con un gran entusiasmo, por lo que significará, dice, de compromiso de los estudiantes con el lugar en el que han cursado Medicina: «Vamos a fidelizarles mucho más porque aunque se vayan a hacer el MIR a otro hospital, lo habitual es que tiendan a volver al sitio donde han estudiado, esto es algo que vemos día a día con los jóvenes que formamos aquí». Y aunque reconoce que los principios no serán fáciles, dice que tener alumnos «pululando por los pasillos del hospital» hará que los profesionales veteranos «no se duerman en los laureles; tener gente joven a tu lado haciéndote preguntas hacen de ti un mejor profesional».
Otro entusiasta de la futura facultad es el médico Guillermo Pérez-Toril, que ejerce la medicina general de forma privada. Cree este profesional extremeño afincado en Burgos hace muchos años que estos estudios darán «prestigio» a la ciudad y operarán en ella «un gran cambio» como el del que fue testigo cuando se abrió este grado en Badajoz, y rebate el argumento de que ya hay muchas facultades: «Antes solo había un instituto en cada provincia». Por su parte, Carmelo Pascual, un histórico de Atención Primaria, cree, sin ninguna duda, que es una buena noticia para Burgos por las mismas razones que el urólogo: «Va a suponer que habrá más estudiantes de Burgos y por lo tanto más profesionales que se queden aquí al terminar los estudios, algo que ahora vemos con nuestros residentes, que aunque se formen aquí, cuando acaban se van a su lugar de origen a trabajar».
El cardiólogo Javier García, responsable de la Unidad de Arritmias del HUBU, quiere ser cauto y cree que la «hipotética» facultad de Medicina puede marcar «un antes y un después a nivel sanitario» e impactar de forma muy positiva en la ciudad. Analiza la incorporación de los nuevos estudios desde el punto de vista personal y desde el profesional. Como ciudadano, cree que va a suponer una mejora asistencial en cuanto a la calidad de la misma: «Hay mucha información sobre que los servicios hospitalarios con docencia e investigación mantienen unos niveles con ratios por encima de aquellos que no los tienen» y avanza que se generará una gran cantera de profesionales y que se reducirá el esfuerzo económico de las familias de los estudiantes «haciendo más democrático el acceso a estos estudios».
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