De los 62 años que tenía Manuel Machado cuando la Guerra Civil lo sorprendió en Burgos, en julio de 1936, había pasado cerca de cincuenta con un cigarro en la mano. Era fumador empedernido y tenía bronquitis crónica. Pero si a esa patología de base se le añade la preocupación por la situación política -era republicano-; la ansiedad por la denuncia en la que un periodista de ABC lo acusó de desafecto al 'nuevo régimen' y que provocó su encarcelamiento durante algo más de 24 horas; la preocupación por la propia vida; y, también, la incertidumbre ante el futuro de España, se obtiene un cuadro clínico que, a juicio de expertos como José Manuel López Gómez, médico jubilado y apasionado de la historia sanitaria, acabó desencadenando la neumonía que mantuvo al poeta tres meses en la cama. Todo un invierno «en convalecencia total».
Mucho se ha estudiado el tiempo que Manuel Machado pasó en Burgos, donde se custodia su enorme legado. Pero la parte relativa a la salud del poeta es menos conocida, y de ahí que López Gómez le dedique un capítulo en el nuevo libro que prepara sobre el autor para la Institución Fernán González: Los años burgaleses de Manuel Machado. «Documentalmente no consta que hubiera una situación de gravedad agónica, pero sí clínica porque una pulmonía era, per se, una enfermedad que causaba la muerte en muchos casos», cuenta el especialista en sendas materias: la médica por profesión y la histórica por pasión. De hecho, López Gómez ya había escrito sobre este episodio en un boletín de la Fernán González de este año, pero en el libro amplía contenido.
Manuel Machado llegó a Burgos en julio de 1936, antes del alzamiento militar, con calor y ligero de equipaje. «Pero lo de la ropa de abrigo lo solucionó, porque hay una foto de diciembre de 1936 en la que se le ve muy abrigado», relata el experto, antes de volver a la bronquitis crónica tabáquica, «ya avanzada y que le producía insuficiencia respiratoria; tenía disnea y así lo refieren sus amigos: que se fatigaba». Pero a lo largo del verano y del otoño, al autor vivió lo que López Gómez denomina «los gravísimos episodios», que detalla: «Verse aislado en Burgos, sin su familia, y el asunto Daranas [Mariano], el corresponsal de ABC en París que lo denunció por desafecto al régimen, lo cual motivó su encarcelamiento el 29 de septiembre y, aunque fue puesto en libertad el 1 de octubre, le causó una angustia tremenda. El propio Manuel lo dice, que vivió 'el disgusto más grande de su vida'».
El López Gómez médico considera que «todo eso contribuyó a una baja de las defensas» y que el cúmulo de acontecimientos y emociones agravaron su bronquitis y provocaron la bronconeumonía que le obligó a estar en la cama entre primeros de enero y finales de marzo de 1937. «Tuvo una pulmonía, que era una de las primeras causas de muerte en la población, porque no había recursos terapéuticos. Hoy tenemos antibióticos, terapias con oxígeno... Entonces, nada», afirma, recordando que en 1938 se publicó «la síntesis del primer tratamiento que se intentó aplicar a este tipo de infecciones, pero no fue hasta los años cuarenta cuando la cosa avanzó, con la penicilina y la estreptomicina».
El doctor Valero. A la falta de medios terapéuticos hay que añadir la precariedad económica de Manuel Machado, que se quedó aislado en Burgos con lo puesto y vivía casi de prestado en la pensión Filomena, en Aparicio y Ruiz, 8. Pero esta circunstancia, preocupante por cómo pagar la estancia, tuvo la parte positiva de que uno de los mayores especialistas en pulmón y corazón en la época, Luis Valero Carreras -«una persona muy ilustrada e interesada por la cultura»- vivía en el bloque anexo. «Y él se ocupó de su vigilancia clínica», cuenta López Gómez, destacando que «el doctor Valero era una persona actualizada, que conocía los avances, dentro de lo que había». Ahí entra alguna posibilidad de emplear oxígeno o sueroterapia, pero no hay documentos acerca de lo que prescribió. «Entendemos que lo protocolizado», señala el facultativo jubilado, aclarando que, como practicante, tuvo a Remigio Hernando Manrique, «quien también era muy competente».
Así, muy poco a poco, Manuel Machado fue recuperándose de la pulmonía y, al mismo tiempo, trató de resolver sus problemas económicos. En diciembre de 1936 había solicitado su reingreso al cuerpo de archiveros, «porque necesitaba el salario» y, dice López Gómez, «no tuvo problemas: en dos días reingresó y el 28 de diciembre empezó a contarle la nómina de siempre». El problema fue que lo destinaron a Ávila y entre su enfermedad y su deseo expreso de permanecer en Burgos, tuvo que mover muchos hilos para conseguir, en julio de 1937, una plaza «provisional» en la delegación de Hacienda de Burgos.
Para entonces estaba restablecido de la neumonía, pero la primavera la pasó de nuevo en el médico porque le quedaron unas décimas de fiebre. «A sus interlocutores más cercanos les comenta en sus cartas que 'no estoy del todo bien, porque tengo unas décimas'», cuenta López Gómez, especificando que en este caso fue Luis Fournier, quien detectó que se trataba de una infección de orina. «La trató con los medios que había y la solucionó. Y Manuel Machado siguió fumando tan campante casi hasta su muerte, en enero de 1947», concluye López Gómez.