Siempre sentí el futuro como una sombra que viene hacia nosotros y nos disipa, mientras que el porvenir era una luz que proyectábamos hacia el futuro, iluminándolo. Puede que esa imagen sea filosóficamente errónea, pero emocionalmente es acertada, y el lenguaje, una vez más, lo ratifica. En efecto, futuro es un participio del verbo ser y estar latino que se puede traducir como lo que ha de ser, locución que denota esa manera de aceptar lo que venga tan española, lo que tenga que ser será, decimos acomodaticios. Sin embargo, porvenir es una composición que denota lo que podemos hacer por cambiar lo que está viniendo, no en vano sus sinónimos incluyen destino, fortuna y suerte. El porvenir siempre tiene algo de ilusión, decía Freud, y sin subir tan alto, cuando éramos niños oíamos «¡este chico/chica tiene mucho porvenir!», lo cual era elogioso y esperanzador. Luego, puestos a elegir, me quedo con el porvenir. Pero ¿y nuestros jóvenes, qué tienen ellos? Aquí es donde dejamos el pensamiento y entramos en política.
Contemplamos atónitos lo que hacen, o no hacen, políticos de acá y allá que cobran buenos sueldos por parlotear como cotorras, gandulear y engordar cuerpos y bolsillos, carcajearse de sus propias ocurrencias y acabar escupiendo al suelo para perjurar verdades de barquero, mientras desprecian la Verdad con informaciones maleables. Eso no es política, no tiene pasado que lo avale, ni porvenir que iluminar, ni futuro siquiera, es puro presentismo estéril, codicia de la droga más dura, que no es la del dinero corrupto, si no la del poder que lo facilita todo, pasta, sexo, galas, glorias y ¡todo gratis!
Mientras tanto, nuestros hijos, más sabios que ellos, pero sin invitación para esa fiesta, se tienen que conformar con contemplar el espectáculo desde una escalera inestable, a través de una pantalla que, más que a la soflama, les convoca a la resignación, y con tener, a lo sumo, un futuro imperfecto de indefinido, ya que un porvenir ni siquiera se lo pueden permitir, acuciados como están por pagar la renta del cuchitril que comparten con otros como ellos.
Pero yo os digo, jóvenes, no penséis en qué carrera, máster, cursillo tiene más salida, preguntaos a vosotros mismos a qué partido político os conviene más apuntaros, y, teñidos de rubio, escupid sobre la tumba de ellos.