Simoneta, una propuesta íntima, sutil y soñadora

A.S.R.
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Alfonso Gutiérrez y Diana Bartolomé (Sammy Jankis) dan un giro a su vida y crean una banda con canciones en castellano

Alfonso Gutiérrez y Diana Bartolomé (primer plano) son el alma de Simoneta junto a Samuel Peñas y Elisa Tejedor. - Foto: David Palacín

Un cambio de vida brutal, un mirar la vida con otros ojos, un puñado de decepciones, una revolución serena y férrea, una pasión por la música, una búsqueda constante de la felicidad y cuatro músicos que se gustan y se admiran construyen Simoneta. Sutil, íntima, soñadora y rebelde. Ella es el nuevo proyecto de Alfonso Gutiérrez, el alma de Sammy Jankis, que dibuja una pirueta para reinventarse en el mundo de la música. Sin grandes expectativas, con grandes sueños.

La cita con Simoneta es en la terraza de un bar, un lugar con vistas a un parque silencioso a media mañana, con grandes árboles mirando al cielo, quizás no tan paradisíaco como el que se esconde en la isla de Mallorca y da nombre a esta aventura. Quizás.

Alfonso Gutiérrez y Diana Bartolomé se sientan en la mesa. Cuentan que este proyecto enraíza en Sammy Jankis, un grupo de nueve miembros, cada uno afincado en una ciudad, reunidos por el compositor y batería, con el que nacieron dos discos (y lo que te rondaré porque su historia no ha terminado). «Era muy bonito, muy romántico, pero muy poco práctico». Necesitaban una propuesta que pudieran mover con facilidad, sin agendas imposibles de cuadrar.

Sobre todo cuando uno abandona su vida anterior, su zona de confort y su seguridad a todos los niveles para iniciar un camino con la incertidumbre, «que también puede ser bonito», como compañera.

Este salto por los aires colocó de nuevo a Alfonso ante un folio en blanco y empezó a escribir canciones. Cambió la batería por la guitarra y el inglés por el español. Todo un reto. «El castellano, cuidadito con él, hay que elegir muy bien las palabras, afinar mucho. O suena demasiado pedante o muy ñoño. Hay que encontrar el equilibrio para que suene natural». Tenía que quedar así en la voz de Diana, que abandona la parte de atrás del escenario para pasar al primer plano. «Era lo más natural, vivimos y nos tiramos el día juntos, tenemos una visión de la música muy similar, llevamos bien compartir tanto, siempre hemos trabajado juntos...».

Las letras hablaban de todo eso. De historias contadas por amigos que habían quedado latentes (Entre mis recuerdos), de amores, desamores y rupturas (Manual para romperte el corazón), de bajarse del mundo, burlar sus reglas y reivindicar la sensibilidad (Hombres de metal), de pérdidas y encuentros... «Paras, miras dentro y te preguntas qué haces aquí. Miras hacia atrás y ves cosas que te acompañan siempre y también echas la vista adelante y te posicionas en la vida», advierte Alfonso sobre estos temas con los que siente «una exposición brutal».

Pero Simoneta seguía desnuda. Había que vestirla. Y vieron en Samuel Peñas (guitarras) y Elisa Tejedor (chelo) a los músicos ideales para completar el proyecto.

Definen el estilo de Simoneta como íntimo, sutil y delicado, un ambiente cálido que invita a escuchar. «Sabemos que tal y como se consume la música ahora mismo estamos al margen de todo, pero es lo que nos pedía el momento. No vamos a crear algo solo porque se lleva. Si no me siento bien tocándolo o cantándolo no es mío», convienen Alfonso y Diana.

Ahora toca bailar con ella. Presentársela al público. Salir de las cuatro paredes de casa, de los familiares y amigos, y ver cómo se mueve. Después llegará el álbum. Esta vez, apuntan, quieren recorrer el camino a la inversa de como lo trazaron con Sammy Jankis. Al derecho o al revés, Simoneta seducirá.