Para la Policía es tan fácil pillarle como Pulgarcito pensaba que le iba a resultar seguir el rastro de vuelta a casa. No tiene reparo en sustituir las migas de pan por pintura o por su propia sangre. Y por si las huellas no fuesen suficientes, ‘canta’ como un jilguero por el orgullo de ver su firma en cuantos más delitos mejor. J.A.G.R., más conocido como el Rosales, acumula méritos para hacerse con el título del delincuente más torpe del año.
El último tanto se lo ha apuntado tras robar supuestamente en otros 5 comercios de la capital, 4 de ellos la semana pasada. Una patrulla de la Comisaría acudió al último establecimiento y se encontró la luna del escaparate rota. Ya no había nadie dentro pero en el suelo relucían aún las huellas del ladrón, que se había manchado las suelas de las zapatillas con pintura del local, marcando así el rumbo tomado en su huida.
Tal torpeza les pareció que llevaba la firma inconfundible del Rosales, por lo que dieron parte por la emisora para que la central enviara a otra dotación a la puerta de su domicilio, ya conocido por la Policía. Su llegada coincidió con la del caco, que apresuradamente abrió la puerta para meterse en casa. Los agentes llamaron a la puerta y salió a recibirles cortesmente y vestido de arriba a abajo, pese a la intempestiva hora de la madrugada, más propia de pijama y orinal. Eso sí, había tenido la precaución de descalzarse para despistar. ¡Todo picardía!
No tuvieron que insistir mucho los funcionarios policiales para conseguir que reconociese ser el autor del robo y ‘colgarle’ además otros 4 cometidos en otros tantos comercios de la ciudad la semana pasada. En marzo, cuando asaltó 6 peluquerías y una panadería de la zona sur a golpe de alcantarilla, fue él mismo quien proporcionó a la Policía la lista de los establecimientos, herido en su orgullo al escuchar cómo le catalogaban de ladrón de poca monta.
Cuando no confiesa es porque ya lo ha dejado por escrito. Con tinta, como en septiembre, cuando le arrestaron en un centro comercial con la lista de la lista de prendas a robar por encargo en el bolsillo del pantalón. O con su propia sangre, ya que son innumerables las veces que se corta y deja un reguero de glóbulos y plaquetas por las calles de la ciudad.Al menos su sinceridad ahorra a la Comisaría el tener que realizar la prueba de ADN.