Los dioses no saben de colores

ALMUDENA SANZ / Burgos
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Católicos y musulmanes ponen en el centro de todo a la persona y abogan por ofrecer ocio a los jóvenes, cuidar la salud mental, mitigar la soledad de los mayores, atender al cambio climático o poner fin a la crispación política

Mohamed Chograni (i.), Carmen Lázaro y Román Pardo. - Foto: Alberto Rodrigo

Unos leen la Biblia; otros, el Corán. Unos celebran la Navidad; otros, el Ramadán. Las religiones no saben de colores. Para ellas solo existe el partido que defiende a la persona, que alienta su crecimiento espiritual, que aboga por su bienestar, que lo cuida. O así lo pintan Carmen Lázaro, religiosa del Niño Jesús, Román Ángel Pardo, vicedecano de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca y párroco en Villagonzalo Pedernales, Arcos de la Llana y once pueblos más, y Mohamed Chograni, secretario de la comunidad musulmana Attaqwa, con mezquita en la capitalina calle de Santa Cruz.

«A nosotros la que nos importa es la persona. Ayudarla a crecer con dignidad para que pueda desarrollar todas sus capacidades». Más claro no lo puede expresar Lázaro. 

Sentados en torno a la mesa de una terraza, en medio del jaleo propio de una primaveral tarde de mayo, los tres coinciden en poner en el centro de sus plegarias a la persona. Niños, jóvenes y mayores. La edad no importa.

Los jóvenes irrumpen primero en el caso de Lázaro. Profesora jubilada del Niño Jesús desde 2009, cuando volvió a Burgos para cuidar a su padre tras pasar por Bembibre, Vallecas y El Ejido, reconoce su inquietud por la salud mental en esta etapa, en la que afloran problemas como el acoso escolar, las adicciones al alcohol, las drogas o las nuevas tecnologías y una alarmante subida del número de suicidios. ¿Soluciones? La religiosa urge un plan de ocio alternativo al botellón y aplaude, por ejemplo, el aumento de la programación en el Espacio Joven del G-9. 

Suma a su lista de propuestas un mayor y más decidido apoyo al deporte y fomento de hábitos saludables, la puesta en valor de la educación en el tiempo libre, con más atención a la oferta de los centros cívicos para procurar la conciliación laboral a las familias más vulnerables, y favorecer el alquiler social de las viviendas para jóvenes y familias más desfavorecidas. 

Estos desvelos se sitúan en la línea de los que manifiesta Chograni, que introduce su exposición con un ruego a los propios candidatos. «La política se ejerce desde el insulto y la mala educación, cuantas más barbaridades digo, más me aplauden los míos. Alguien tiene que decir basta ya. Hay que bajar la tensión», clama, al tiempo que lamenta el poco interés de los jóvenes por la política: «Para la gente es la peste, hay que hacer que vuelva a creer en la política y la democracia. Hay que dignificarlas porque son necesarias». 

Dicho lo cual, vuelca sus fuerzas sobre las personas, especialmente en las mayores. «La soledad en la que viven es preocupante. Los hijos están en otro mundo. Para mí las residencias han nacido como alternativa para solucionar problemas concretos, como un último recurso al que acudir, y en esta sociedad moderna se han convertido en la solución, no hay otra alternativa. Son necesarios más recursos para que haya una conciliación de vida familiar y laboral, y la familia no es solo la pareja y los hijos, es más amplia», alerta y habla también del papel de mediador en conflictos familiares que antes desempeñaba algún miembro de esta y ahora se judicializa. «Hay que volver a nuestras tradiciones españolas, no hablamos de países nórdicos que hace mucho que han perdido ese sentido de la familia», ahonda y enlaza con la situación que viven algunos trabajadores.

Pide a los gobernantes que se dejen de números y atiendan a las historias que se esconden detrás de ellos. «El político debe buscar debajo de la mesa y ver qué hay», insta este marroquí que llegó a Burgos en 2003 y asegura no sentir que se discrimina a su religión en la ciudad: «Somos conscientes de que vivimos en un estado aconfesional y de que no tenemos los medios de la Iglesia católica, que está arraigada. A partir de ahí, no tenemos problema». 

Mientras hablan sus compañeros, asiente Román Pardo. El profesor tira del hilo de la doctrina social de la Iglesia. Se pone el traje de docente para observar que las religiones monoteístas, como la católica y la musulmana, tienen su sentido en la importancia de la persona y la vida social. En esa perspectiva advierte la importancia de la política local. Luego, sin perder esa mirada, se viste de faena para ahondar en los cuatro pilares en que, en su opinión, deben concretar los ayuntamientos su acción: vida, familia, vida social y búsqueda de la verdad. Por partes. 

Vida: Urge a llevar a cabo políticas que favorezcan la natalidad, «más en estas tierras donde la demografía implica que no tenemos asegurado el futuro», y el intercambio intergeneracional; mitigar la soledad de los mayores; atender las situaciones de pobreza e inmigración; dar voz a los discapacitados; cuidar la sanidad universal y, especialmente, la salud psicológica...

Familia: Propone la bajada de impuestos para familias numerosas, desestructuradas y monoparentales; formación a los inmigrantes para su inclusión; atención social a las distintas violencias...

Vida social: ¿Dónde van los impuestos? Esta es la pregunta de la que parte antes de dolerse por la poca participación en la sociedad civil de la gente, especialmente la juventud, y plantear la necesidad de crear espacios de encuentro para la población de distintos niveles culturales y económicos y generar sinergias entre distintas entidades que favorezcan el empleo juvenil, la promoción del comercio local... Y aquí barre para casa. «Por mucho que quieran, las leyes nunca llegan a todos los casos y eso que falta lo pone la religión», sostiene y cita al filósofo alemán Jürgen Habermas. 

Búsqueda de la verdad: «Esto implica la educación integral, el bien común, la justicia... No son solo palabras bonitas. La política es el arte de lo posible, no desde una perspectiva negativa, sino esperanzada». 

Qué pasa en los pueblos. Un rayo de luz que cuesta vislumbrar en el medio rural. En este ponen su mirada Chograni, que reside en Cojóbar, y Pardo. 

«Del mundo rural se habla mucho en abstracto y no se pregunta a la gente que vive en el pueblo en invierno de lunes a viernes. Esa es la que importa, no la que viene de fiesta en verano. Yo regalaría a los políticos unas zapatillas para recorrer las calles y unas botas para el mundo rural», lanza el católico y denuncia el musulmán las desigualdades entre los ciudadanos del pueblo y los de la ciudad. «¿Por qué, por ejemplo, tienen que pagarse ellos el transporte hasta un hospital en la capital? ¿Dónde está la igualdad?», se interroga. 

En este viaje en plena naturaleza, con la sequía como seria amenaza, todos se ponen las gafas ecologistas. «Tenemos que escuchar el clamor de la Tierra y el de los pobres para que nuestro mundo sea cada vez más justo, sostenible y habitable», remacha Lázaro con mención al papa Francisco y convencida de que el secreto del éxito es caminar juntos. «Da lo mismo si eres de un partido político u otro, de una religión u otra, lo importante es poner cada uno nuestro granito de arena». Amén.