Las calles, los bares, la alegría de la multitud. Los ritmos de las charangas, la vida del color paseando por el centro de Burgos... Ya están aquí las fiestas de San Pedro y San Pablo 2024. Y eso se nota en el ambiente. En las sonrisas que lucen con un tono especial, como si llevasen todo el año esperando el momento de ponerse el traje de blusas. O en los bailes que ya van a ser una constante en los próximos días. Los burgaleses tienen una semana para pasarlo bien, y lo que se vivió ayer únicamente fue el inicio.
Todos parecían tener el mismo propósito en las horas previas al sonido del petardo que inaugura la festividad. Los instrumentos estrenaban las vías y contagiaban a cada peña para que todo el peregrinaje a la Plaza Mayor fuese una gran diversión. La disparidad cromática tomaba el protagonismo y lucía con ese brillo propio de estos días. «Veo que la gente ha salido a la calle y eso da mucha alegría, además, ver que también vienen las peñas con sus charangas es maravilloso. Tenemos muchas ganas de pasarlo bien», comentaba Eva, de la peña Los Gtreños, que debutan en los Sampedros.
Personas vestidas de calle se cruzaban con petos y pañuelos de colores. Algunos aprovechaban el tirón de la marea; otros preferían quedarse en el paseo Sierra de Atapuerca, donde desde antes de las 21 ya había colas para poder llevarse algo a la boca en la Feria de Tapas. Fuese uno por donde fuese se topaba con un gentío que aprovechaba el buen tiempo. Alguno incluso temeroso de que pudiese repetirse un episodio de tormenta como el del miércoles.
«Es fundamental la climatología en las fiestas, por la noche y para la calle. El año pasado fue fenomenal e influye mucho en el ambiente», apuntaba Carlos antes de sentarse en una terraza. Lo cierto es que en los minutos previos al acto inaugural de las fiestas era complicado encontrar un sitio en las mesas exteriores de los bares y restaurantes.
Los negocios que sacaron sus barras a la calle tuvieron que esperar a que se desperdigara el gentío de la Plaza Mayor para empezar a operar a buen ritmo. Todos los que habían estado cantando el Himno a Burgos y jaleando a los protagonistas del Rugby Aparejadores tuvieron que, en un momento dado, buscar una bebida con la que poder dar salida a las conversaciones con su círculo de amigos.
De ahí que también la Feria de Tapas cogiese otro color después del pregón, con multitud de personas queriendo llenar el estómago. Dani fue de los oportunistas que deslocalizaron el foco y se trasladaron antes de que todos lo hicieran. «Hemos aprovechado que todo el mundo estaba en la Plaza Mayor para venir y probar las tapas con más tranquilidad», señalaba rodeado de su familia.
En el epicentro de la juerga, mientras tanto, todos tenían algo que celebrar, como Alba, que se reencontraba con sus amigos después de un Erasmus en Italia. «He venido de sorpresa porque tenía todo aprobado y no me quería perder los Sampedros», declaraba mientras se deshacía en sonrisas.
El resto: botas de vino volviendo a no tener miedo a manchar la ropa, globos que suponen la nueva ilusión de los niños pequeños y jóvenes con sus botellas para no deshidratarse. Pese al sol que comandaba las alturas, las familias paseaban con sus chaquetas bajo el brazo, nada más burgalés que eso. Los ritmos y la vida ya están en las calles, solo queda disfrutarlos.