Hoy todo es un clic, borrachera de megas por los cuatro costados. Hoy las tripas de los teléfonos móviles están empachadas de 'selfis'. Hoy resulta tan sencillo eliminar del archivo un retrato cuando hay malas caras, ojos cerrados o pelos alocados. Hoy, que hay bebés con más instantáneas que minutos de vida. Hoy también es el momento para recordar aquellos tiempos en los que 'cuatro afortunados' posaban delante de una cámara en aquellos años en los que una fotografía era tesoro. Esa complicada labor de conservar la memoria la han llevado a cabo dos enamorados de su villa, Cristóbal Cuevas y Jaime Urcelay, coleccionistas de fotografías antiguas de Poza de la Sal.
«¿Cuántas fotos tienes de tu abuelo, de tu bisabuelo?», preguntaban los autores del libro Retorno al origen, a los vecinos de la localidad. «¿Cuántas podía tener un pozano de las primeras décadas del siglo XX? ¿Diez? ¿Doce fotos? ¿Una? ¿Ninguna?», se preguntan los autores. Frente a ello, defienden esas instantáneas que permanecen y que, años después, son testigos de fiestas, de bodas, de excursiones familiares, de negocios o de sucesos. Y gran cantidad de ellas, en concreto 514, pueden verse en la obra de los coleccionistas, que a través de la fotografía antiguas han querido conservar la identidad de la villa.
Animados por algunos de sus seres queridos a ampliar la recopilación con la que ya contaban y a darle forma al libro, lograron acumular casi 1.500 fotos. Con ellas, quieren invitar a los lectores a «asomarse a la que, hasta hace solo algunas décadas, era la realidad de una villa con una personalidad singular, en buena parte decantada por su vínculo con el territorio y el espacio natural», explican.
Para ello no solo bastaba con reflejar el cuerpo de la localidad y sus habitantes a través de la experiencia visual, sino que también resultaba fundamental presentar el «alma, el latido». A la hemeroteca a la que primero acudieron fue a la que más viva se encuentra. A los paisanos que aún mantienen vivos los recuerdos de lo que Poza fue, como «fieles portadores de un legado intangible de siglos», aseguran.
Una experiencia única propiciando conversaciones entrañables. Encuentros informales con mujeres y hombres predispuestos a atender a los autores, haciendo verdad a lo que siempre se dijo: Te adelantas como los de Poza. «Como aquellos antepasados que, por su cuenta y riesgo, redimían cautivos colgando después sus ropas en las paredes de la iglesia, todavía los pozanos se anticipan y dan respuesta magnánima casi antes de terminar de conocer el reclamo», expresan con gracia.
El libro se divide en ocho capítulos totalmente independientes y cada uno empieza con una foto representativa y una frase recuperada de algún texto antiguo que hable de cada tema. Así, del entorno y el paisaje, del caserío medieval, de las salinas y los salineros, de los pozanos, de los oficios tradicionales, de las fiestas y devociones, de la Banda y la Academia de Música y de la Ciudad de Milagro, incluyen también textos que acompañan a las imágenes y que ha permitido a los hombres a realizar una completa revisión bibliográfica. Todo con el objetivo de que «los hijos de Poza del presente podamos comprender mejor quiénes somos y, a la vez, afirmar el derecho de las generaciones futuras a conocer una herencia de la que se sentirán orgullosas», asienten con orgullo.
El exhaustivo trabajo de documentación que esconden las 347 páginas ha sido posible, entre otros, al archivo completo de Diario de Burgos, que «con sus 130 años de historia, nos ha revelado interesantes informaciones sobre la Poza de antaño», afirman. También agradecen sus aportaciones a los sacerdotes e historiadores Feliciano Martínez Archaga y Fray Valentín de la Cruz.
No obstante, la función de los fotógrafos para presentar este trabajo es incuestionable. Gonzalo Miguel Ojeda, Vicente González Manero, Federico Vélez González y Ramiro Eizaguirre, con vinculación directa a la villa salinera.