En las últimas semanas el debate sobre la Ley Trans se ha hecho visible porque está enfrentando a los socios del Gobierno central pero hace más de dos años que el movimiento feminista clama contra una norma que considera, como afirma Ángeles Ruiz, de la asociación burgalesa Hypatia «anticientífica, misógina, que atenta contra los derechos de la infancia, de gays, lesbianas, bisexuales y los de las personas transexuales a las que dice proteger y contra la libertad de expresión». A juicio de este colectivo, «frente al hecho de que el sexo es biológico, observable e inmutable, y el género, social, la teoría queer en la que se sustenta afirma que el sexo es algo que se asigna al nacer, y que existe todo un espectro de sexos que fluyen».
La deliberada confusión entre sexo y género es uno de los pilares tanto de lo queer como de la Ley Trans. Ruiz lo explica: «Frente al análisis crítico que el feminismo hace del género, considerado como la herramienta utilizada para asegurar una posición de dominación de los hombres sobre las mujeres, lo queer mantiene que lo innato es el género, la identidad de género, por lo que si un hombre se siente mujer, tiene que ser registrado y tratado como tal sin tratamiento ni cirugía de ningún tipo».
Uno de los nombres más relevantes de esta teoría es el filósofo Paul B. Preciado, autor de Manifiesto contrasexual y finalista del Anagrama de Ensayo de 2010 por Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en Playboy durante la guerra fría. Preciado nació en Burgos en 1970, su nombre era Beatriz y estudió en el IES López de Mendoza.
«Borrado» de las mujeres. Uno de los argumentos más utilizados por el movimiento feminista es el del borrado que cree que esta ley hace de las mujeres: «Que un hombre, con todos sus atributos intactos, se autodetermine y registre como mujer tiene muchas consecuencias: implica que puede entrar en espacios reservados a mujeres (vestuarios, casas de acogida, cárceles...), en listas electorales o competir contra mujeres en cualquier modalidad deportiva. Se nos borra incluso en el lenguaje, pasando a ser uteroportantes o menstruantes». No exagera. Una campaña contra las infecciones de transmisión sexual, el Ministerio de Sanidad y Cruz Roja se dirige a «personas con vagina».
Las feministas ponen de relieve también cómo esta norma cercenará la libertad de expresión: «Cualquiera que contradiga lo expuesto podrá ser acusada y procesada por delito de odio. Los padres y madres podrán perder la custodia si insisten en solicitar ayuda profesional antes de que sus hijos e hijas empiecen el proceso de transición. Incluso ya antes de que exista la ley, el lobby 'trans' censura las voces críticas, no ya solo de las feministas, que llevamos denunciando todo esto en solitario desde el principio, sino de científicos. Se ha eludido el debate sistemáticamente y hasta en el propio parlamento se ha evitado tramitándolo por la vía de urgencia. La mayoría de la gente, incluida la que opina en muchos medios de comunicación, no se ha leído la ley».
Laura Pérez, presidenta de La Rueda, afirma, por su parte que «aceptar una legislación que plantee el género como una identidad individual, anulando su carácter de herramienta de opresión supone un enorme retroceso en la lucha por los derechos de más de la mitad de la población».