De entrada, diré que me parece excelente que el presidente del Gobierno se haya lanzado, no sé si solo o auxiliado por algún 'negro/a', a escribir un libro. 'Cuerpo a Tierra' es el título, y sale a la luz la próxima semana. Dicen que cuenta en este volumen toda su trayectoria como presidente, desde la moción de censura contra Rajoy en 2018 hasta la noche electoral del pasado 23 de julio, cuando comenzó su rocambolesco trayecto hacia la investidura. Un camino poblado de secretos y de misterios que no hemos conocido porque han tratado de ocultárnoslos. ¿Los desvelará en las más de trescientas páginas que ha escrito? Francamente, tiendo a dudarlo.
Por supuesto, compraré el libro, que sin duda contendrá alguna revelación interesante, aunque sospecho que primarán en esta obra las justificaciones, los silencios y, como no puede ser de otra forma, las versiones interesadas, muy de parte, sobre las muchas cosas que han ocurrido en los últimos cinco años y medio en la política española, aquejada de un frentismo del que me parece que Sánchez es bastante, aunque no el único, culpable.
Me gustaría creer que este amor del presidente por la comunicación se extenderá a otros terrenos que no consistan, a lo Umbral, solamente en hablar de su libro. Los políticos, en general, cuando escriben sus memorias lo hacen más como plataforma publicitaria de sí mismos y de sus formaciones que impulsados por un amor a la verdad. Si este amor existiese, los ciudadanos lo habríamos notado en la proliferación de comparecencias ante los medios, con preguntas y repreguntas, lo palparíamos en alardes de transparencia, en el buen e indiscriminado trato a los periodistas, sean 'oficialistas' o críticos. Y nada de esto hay, lamentablemente, ni espero, temo, que esta pauta quede rota en las páginas de 'Tierra firme'. De momento, creo que no abandonaré mi postura de cuerpo a tierra, porque no confío, la verdad, en grandes cambios de actitud en la Legislatura que esta semana estamos estrenando oficialmente.
Y claro que, cuando haya leído el libro, me sentiría encantado de tragarme mis desconfiadas palabras y de poder elogiarlo como un ejercicio de la mejor comunicación, que consiste en decir la verdad, toda la verdad y nada más -y nada menos- que la verdad. Incluso en los libros autobiográficos, o quizá empezando por ellos.