Códices clónicos

José Luis Picón (EFE)
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Manuel Moleiro es uno de los pocos editores que sigue reproduciendo ejemplares manuscritos previos a la invención de la imprenta a mediados del siglo XV, unas obras que versan sobre multitud de temas, desde la fe al placer carnal

Códices clónicos - Foto: EFE/Jorge Zapata

Los códices son aquellos ejemplares únicos, realizados de manera manuscrita antes de la invención de la imprenta y que trataban sobre una infinidad de asuntos, desde la fe y la devoción, a la salud, el bienestar, el placer o el clima. Más de seis siglos después de su escritura, solo algunos talleres y editoriales de antiguo se dedican a sacar reproducciones numeradas de aquellos libros asombrosos. Uno de esos obradores artesanales es el de Manuel Moleiro, un editor malagueño que con paciencia y buen saber sigue clonando libros históricos con las mismas técnicas y materiales que hace cientos de años. Unos textos que ha conseguido que, incluso, huelan como los originales.  

«Eran códices para reyes, emperadores, zares y gente que se podía pagar este tipo de adquisiciones, que contenían todos los saberes que pudiera dar conocimiento, de dónde veníamos y adónde íbamos. Además, coleccionarlos era un símbolo de estatus entre quien los poseía y quien no», explica el propio editor.

Los ejemplares originales «estaban al alcance de pocas manos, pero más que ahora, cuando están protegidos en bibliotecas nacionales o grandes museos como el Metropolitan o la Morgan, y la accesibilidad es nula, salvo en exposiciones, cuando se puede ver el libro abierto por una sola página con poca luz», lamenta el editor, como ha sucedido en los últimos días en una exposición en la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga.

«Estas obras surgieron como tesoros, porque originalmente ya costaban una fortuna, al contratar a los mejores pintores y científicos del momento, que se dedicaban años a hacerlas», destaca Moleiro.

Los temas eran muy amplios, relacionados «con la necesidad de conocer y controlar los cielos del tiempo y el clima, cuándo tenían que hacer plantaciones de alimentos, pero también sobre el arte, el bienestar, el comer bien, tener salud y, por supuesto, la devoción y la fe, porque vivían obsesionados con el tránsito de este mundo al otro», señala el empresario.

A todo ello se suma «el gran espíritu explorador que permitió que se fueran descubriendo distintos países y que desde finales del siglo XV se produjeran los grandes descubrimientos», un afán del que dan testimonio los distintos ejemplares de atlas que posee Moleiro.

Entre los códices más curiosos que existen se encuentra un ejemplar de Lazzat Al-Nisa (El placer de las mujeres), que describe los cuatro tipos de mujer e indica los días y horas en que cada uno es más propenso al amor, y cuyo original se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia en París.

«Es un libro de la zona de la India, donde siempre ha habido un enorme interés por la sexualidad y que es muy útil y práctico, con buenos consejos para el hombre y la mujer. Da ideas para elegir, para juntarse con quien uno debe y para que las cosas funcionen bien, y se basa en rasgos físicos como los tobillos o aspectos del rostro», precisa el editor.

Seis años en hacer un libro

Moleiro trabaja con su editorial desde 1991 en la creación de estas réplicas, y en este período ya ha superado el medio centenar de obras. «Parecen pocas, pero esto lleva años. La Biblia de San Luis original del siglo XIII tardaron 12 años en hacerla, y yo he tardado seis, o sea, que les he ganado por goleada», bromea.

Esa Biblia, que tiene casi 5.000 ilustraciones hechas artesanalmente a mano, es una de las copias más valiosas que posee, con un precio en torno a los 22.000 euros.

«Siempre usamos los mismos materiales y encuadernamos tal cual está el original, en piel o terciopelo. Si lo ha mordido una polilla, reproducimos la mordedura con láser, y hasta tienen el mismo olor», recalca.

El editor desvela que la explicación de que huelan como los originales es simple. «Siempre usamos pergamino o papel, y piel curtida como entonces, con un tratamiento que va de nueve a 18 meses. Estoy seguro que dentro de medio siglo, los nuevas piezas seguirá estando igual».

Moleiro ha viajado por medio mundo para crear estas réplicas «con el original delante» gracias a una «colaboración de complicidad» con los propietarios.