Sinfonía para un atardecer único

G.G.U. / Burgos
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La reina Sofía presidió el concierto estrella del programa con el que la Fundación Atapuerca celebra 25 años comosoporte para las excavaciones. Lo protagonizó la OSCYL Joven, que tuvo que reducir repertorio por el calor

La reina Sofía subió al escenario al final del concierto para hacerse una foto con los miembros de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León Joven, así como con el presidente de la Fundación Atapuerca. - Foto: Valdivielso

Muy sonriente bajó la reina Sofía del coche que la condujo a la explanada de acceso a los yacimientos de Atapuerca, de nuevo transformada ayer en excepcional caja de música para un concierto que reunió a unas 200 personas en un atardecer de esos que impresionan. Y más si, como era el caso, se podía disfrutar al mismo tiempo de la Sinfonía número 2 en Re mayor de Brahms, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León Joven. Quienes aventuraron con anterioridad que el espectáculo iba a ser único no se equivocaron: lo fue. Y por más de una razón.

Primero, porque, como ya se había dicho por activa y por pasiva con antelación, solo el escenario elegido para la actuación de esta cantera de músicos profesionales vinculada a la OSCYL, la entrada a la Trinchera, impone. Y así lo reconoció el director de la formación de jóvenes talentos, Lucas Macías, al asegurar que «para nosotros es un privilegio estar hoy aquí, en un sitio tan especial». A esto hay que añadir la temperatura, muy alta incluso al inicio del concierto, que se retrasó a las 21.00 horas. Algo que, si bien es cierto que por una parte permitió que los asistentes pudieran seguir el programa en manga corta, de principio a fin, obligó a reducir el programa.

Macías explicó a los asistentes que semejante calor impedía que la violinista solista, Roxana Wisnievska, pudiera interpretar la primera pieza prevista: El concierto para violín y orquesta de John Corigliano, con origen en la banda sonora que el estadounidense compuso para la película El violín rojo. Pero sí pudieron escuchar la citada sinfonía de Brahms y el comienzo de Así habló Zarathustra, de Strauss, que fue, de hecho, la obra de apertura del concierto. Y no por casualidad, ya que el programa considera que es «un majestuoso despertar, como si el universo mismo estuviera tomando su primer aliento, a partir de un profundo y grave zumbido del que emerge este paisaje sonoro que trasciende espacio y tiempo». 

Strauss fue, por tanto, el responsable de poner al público en situación y, quizá, en comunión con el paraje y el momento. Una transición compleja, dado que la hora previa al comienzo del concierto fue de pura expectación. Todos los asitentes, salvo la reina Sofía, acudieron en autobús y tenían que ocupar sus asientos antes de que la emérita llegara. De la recepción oficial se encargaron el delegado del Gobierno en Castilla y León, Nicanor Sen; la recién nombrada vicepresidenta de la Junta, Isabel Blanco (con quien la emérita habló distendidamente mientras caminaba hacia su sitio); los alcaldes de Ibeas y de Atapuerca, José Ignacio Colina y Raquel Contreras, respectivamente, y el presidente de la Fundación Atapuerca, Antonio Miguel Méndez, así como los tres codirectores de los yacimientos: Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro.