Son días intensos en el Mercado Norte provisional. Mañana tiene prevista su apertura y en el ambiente se nota que el tiempo aprieta. Se aprecia en los obreros que crean con sus movimientos una atmósfera de ruidos; se palpa en unos comerciantes que van visualizando sus productos en unos mostradores todavía vacíos; y se muestra en unos clientes que ya merodean por los alrededores asomándose a los cristales para ver cómo progresan las obras de su futuro centro diario de compras. «Son días duros de trabajo pero estamos seguros de que vamos a llegar a tiempo», declara Carmen, del puesto la Olla Podrida.
El optimismo reina entre quienes tienen que convertir simples parcelas en espacios atractivos para la venta de productos, pero también hay quien va más apurado de tiempo y se ve obligado a pisar el acelerador. Son muchas las cosas que hay que hacer, desde trasladar equipos o mostradores hasta comprobar que el agua y la luz funcionan como es debido. «Hemos estado probando y no ha habido ningún problema», destaca Natalia, de pollerías Barrio.
Los nombres de los puestos lucen en letras blancas con un fondo rojo y esos dos son los colores que toman el protagonismo. Sobre los letreros todavía hay cables sueltos que esperan una unión o trabajadores subidos a escaleras martilleando piezas sueltas. «A simple vista se ve que todavía queda por hacer pero estaremos listos para el jueves», apunta la misma Natalia. Es la opinión generalizada por los comerciantes, pese a que hay quien convive todavía con la nostalgia de haber dejado atrás parte de su vida en el Mercado Norte.
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