Burgos no es Valencia ni tiene los mismos riesgos de lluvias torrenciales que el Levante mediterráneo, pero la capital y buena parte de su alfoz prosperan sobre las terrazas de un río, el Arlanzón, y siempre existirá un riesgo de que las aguas recuperen en algún momento puntual los terrenos que son suyos, como ocurrió en las riadas históricas de junio de 1874 y 1930. La mayor DANA del siglo deja claro que se deben tener más en cuenta que nunca los riesgos climáticos, especialmente en la urbanización y edificación desbocada de las ciudades y en la educación de sus habitantes.
Este es el mensaje esencial que dejan los geólogos como lección aprendida de lo ocurrido en la capital del Turia y sus alrededores. Burgos no es una ciudad costera de un mar sobrecalentado, ni tiene una cadena montañosa a sus espaldas que concentra las nubes hasta transformarlas en las tormentas monstruosas con el fenómeno de la gota fría, pero aquí existen riesgos de inundación por tormentas, nevadas o deshielos extremos que hay que tener en muy cuenta y que todo indica que pueden ser cada vez más habituales.
Los mapas de peligrosidad y riesgo de la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) contemplan circunstancias extremas derivadas del desbordamiento del Arlanzón a su paso por la ciudad, posibilidad que está ahí. A pesar de ser una cuenta regulada por dos embalses (Arlanzón y Úzquiza), su tamaño es grande (2.621 km2) y está jalonada de afluentes no regulados por presas que se pueden sobredimensionar. Ya ocurrió con el Vena y el Pico en las inundaciones que anegaron la Plaza Mayor.
Villatoro y Villalonquéjar prosperan en una subcuenca jalonada por un arroyo que sortea un gran desnivel desde los páramos y que es fácil que se colme en episodios de grandes tormentas. - Foto: Luis López AraicoEl escenario más extremo que baraja la CHD sería la inundación de La Ventilla y el polígono Burgos Este, parte del barrio de Gamonal, el Plantío, Villa Pilar, el Centro Histórico y toda la cuenca de inundación (así se denomina) en la que se levantan las instalaciones de San Amaro, La Milanera, la barriada San Juan Bautista y las nuevas urbanizaciones cercanas a Villalbilla.
Es una catástrofe estimada en cálculos estadísticos, cartográficos e hidrológicos, la misma que podría afectar a las zonas de San Medel y Fuentes Blancas casi en su totalidad. Los expertos barajan alturas de aguas que oscilan desde los 20 hasta los 80 centímetros, lejos de los varios metros que han alcanzado estos días en algunas ciudades satélites de Valencia.
El problema, explica José María Preciado, geólogo autor del estudio de los Riesgos geológicos de la ciudad de Burgos y su término municipal, está en aquellos espacios de la geografía urbana incapaces de absorber grandes tormentas y grandes correntíos, por encima de los 100 litros/m2, cada vez más habituales.
Este riesgo existe en la subcuenta del Cardeña. Apenas suma 7 kilómetros de longitud, pero desciende por una pendiente elevada, sorteando unos 200 metros desde Cardeña hasta Parque Europa. Esta cuenca ocupa 19 millones de m2 de superficie. Si sobre este espacio caen más de 100 litros/m2 de lluvias...
Un escenario de gran tormenta en el entorno de Cardeña y Cardeñadijo impulsaría un enorme flujo de agua por un cauce que termina en un tubo de apenas 3 metros de embocadura situado bajo el puente de la Autovía de Ronda, a la altura de la calle María de Zayas. Desde allí, el Cardeña transcurre soterrado por el sur de la capital hasta desembocar en el Arlanzón a la altura del Palacio de Justicia.
«Es imposible que todo el volumen de agua que puede recibir esa subcuenca pase por este tubo, máxime si se produce una gran escorrentía, con arrastre de material, objetos y vegetación», señala Preciado, que insiste en que Parque Europa y su entorno son el principal punto negro de la ciudad, con un alto riesgo de inundación. La tormenta del 30 de mayo de 2021 ya puso en jaque este entorno.
Todas las actuaciones urbanísticas en la cuenca del Cardeña deben tener en cuenta esta peligrosidad potencial. En este sentido, los geólogos insisten en que el cauce de este río y su entorno deben limpiarse periódicamente para prevenir posibles y probables avenidas.
En Villatoro ocurre algo parecido con el arroyo del que toma su nombre y que ya muestra su fuerza subterránea agrietando a todo el barrio. Estamos ante una subcuenca de apenas 3 millones de m2, pero que se eleva hasta los 1.050 metros de los páramos. La diferencia de cota con el barrio y con una parte importante del polígono de Villalonquéjar provocarían que una gran descarga de agua en muy poco tiempo acabe anegándolo todo. La salida natural de la inundación es el río Ubierna.
Los estudios geológicos de Preciado también apuntan a los riesgos intrínsecos de habitar la zona Oeste, aguas abajo de la Fábrica de Moneda y Timbre, lo que incluye la barriada San Juan Bautista y todas las urbanizaciones en el entorno de la prisión, incluyendo la depuradora de Villalonquéjar y en el término de Villalbilla de Burgos. «Estamos en una llanura de inundación y su nombre lo deja todo claro...».
mentalización. Es muy difícil que una DANA como la de Valencia se desencadene en Burgos, pero el cambio climático afecta a Burgos, Valencia y a todo el planeta. «Tenemos que pensar en los cambios de la dinámica climática. Los organismos oficiales (Gobierno, comunidades, diputaciones, ayuntamientos y entidades locales) tienen que hacer hincapié en la ordenación del territorio y en una planificación territorial de acuerdo con la posibilidad de que existan grandes riesgos», sentencia el geólogo, que lamenta que este país no termine de aprender de los desastres.
«Hay que concienciar a la población de estos sucesos que pueden ocurrir y cómo se debe actuar ante ellos, por lo menos para que no nos afecten personalmente. En Japón conviven con el riesgo de terremotos; nosotros tenemos que empezar a convivir con los riesgos generados por el cambio climático».