El talento individual de Saúl Berjón está fuera de toda duda después de 17 jornadas ligueras, aunque el dato más importante es que esa calidad está siempre al servicio del colectivo, que se beneficia cada partido. Lo anunció a su llegada: «Vengo a dar el último pase para que todos acabemos abrazados en el córner». Es una situación que en esta temporada se ha dado en varias ocasiones. El último ejemplo, el partido ante el Lealtad del pasado domingo.
Berjón sonríe y el equipo lo nota. «Estoy disfrutando mucho, como un chiquitín», asegura el atacante ovetense. «Creo que solo conseguí ser primero en cadetes. La posibilidad de ascender tampoco la tuve. He jugado dos play off y no logramos subir. Es una espinita que tengo clavada, quiero conseguir aquí el ascenso», confiesa.
Se siente «bien» y no quiere hablar de una segunda juventud porque a sus 34 años nunca se ha sentido viejo. Las lesiones le están respetando, lo que le ha ayudado a tener continuidad y ritmo. Su discurso sigue destilando positividad y asegura que el año está saliendo «redondo». «El ambiente del vestuario es muy bueno y encima ganamos. Más no puedo pedir», señala.
Sin embargo, pronto pone freno a la euforia y se aferra al partido a partido, un discurso muy arraigado en las filas blanquinegras. Entiende la ilusión de los aficionados y que el entorno sueñe con el ascenso, pero advierte de que hay que ir «poco a poco». «Esta temporada con esta filosofía nos está yendo bien. De momento vamos a jugar esa segunda fase y vamos a ver cómo nos va», comenta.
Desde el principio se le ha podido ver perfectamente acoplado a sus nuevas circunstancias. Es entonces cuando incide en la gran unión que hay en el vestuario, que incluso le ha enseñado a tomarse las cosas de forma más relajada. «Es un grupo de amigos. A veces es un cachondeo enorme y he aprendido a disfrutar también del cachondeo, a no ser siempre tan serio (...)».
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