Javier González es uno de esos jóvenes que vienen apostando desde hace años por el medio rural de la provincia y en su caso lo hace por su pueblo, Castrojeriz, aunque reside en Melgar de Fernamental. Hace cinco años decidió poner en marcha un albergue de peregrinos, uno más, en esta localidad que es todo un referente en el Camino de Santiago y que, en circunstancias normales, recibe a miles de peregrinos. Este año, las calles de la villa castreña no tienen el trasiego de peregrinos de otros veranos e incluso algún albergue, como el municipal, permanece cerrado porque llegan con cuenta gotas y las reservas que se anularon hace meses no se han recuperado.
«Esta siendo un año muy atípico, extraño, hemos perdido tres meses de los siete que solemos trabajar, pero estoy ilusionado por haber abierto las puertas y ver peregrinos que se están atreviendo a salir y comprobando que con ayuda de todos y poniendo cada uno de nuestra parte se puede hacer el Camino perfectamente», manifiesta Javier, quien insiste en recalcar que «no está habiendo ningún problema de convivencia ni con las normas de higiene y seguridad que se han establecido».
En el bajo cubierta de esta vivienda, transformada en albergue, en la que ha invertido muchas horas de esfuerzo para hacer realidad un sueño, Javier presiente que el Camino «ya está resurgiendo, aunque me sabe muy mal no poder contratar de momento a nadie porque aquí tenemos una plantilla de seis personas y de momento estoy solo, echando muchas horas y confiando en que a lo largo de este mes de agosto podamos salvar los muebles hasta el próximo octubre».
Con la capacidad reducida e intentando separar a los peregrinos al máximo, limitando el acceso a los baños, de uno en uno, y sin poder utilizar la cocina, entre otras medidas, este año la vida en los albergues está siendo un poco especial y también se impone la distancia social. «Apelamos al sentido común, la gente que llega es consciente de lo que hay y nos entendemos bien, no hemos tenido ningún problema», señala Javier en la recepción de este coqueto albergue en la que cuelga un mapa en el que va marcando con chinchetas los lugares de procedencia de los viajeros que llegan a su establecimiento en busca de un descanso reparador para poder reiniciar la marcha al día siguiente hacia Santiago de Compostela.
«Estos días hay peregrinos nacionales, pero también están llegando alemanes, irlandeses, franceses e italianos, estos son los que están viniendo, pero sobre todo hay mucho ciclista», afirma Javier, quien no está apreciando en estos peregrinos ningún tipo de agobio. «Vienen tranquilos casi todos y creo que la experiencia de caminar por el campo, estar al aire libre, es positiva y además llegan a unos albergues que están más tranquilos que nunca», asevera este hospitalero que está recibiendo una tercera parte de los peregrinos que llegaban otros años.
Tras un año negro, Javier, al igual que muchos de los propietarios de otros albergues y de negocios del mundo rural que se sustentan en buena medida con el Camino, dan el año por perdido y confían en poder remontar el próximo, Año Santo Xacobeo. «Si no pasa nada raro creo que será un año muy bueno», asegura Javier, quien espera recuperar en 2021 los niveles de las últimas campañas y ver un flujo constante de personas llegadas de todo el mundo para seguir llenando su mapa de chinchetas y ofreciendo los excelentes servicios de su albergue.
De momento, tras la anulación de todas las reserva que tenía para el pasado mes de mayor, «que es un mes muy bueno», asevera Javier, mantiene todavía algunas para los meses de septiembre y octubre, «muchas del extranjero porque trabajamos con coreanos, gente de Colombia y Estados Unidos, y nos están diciendo que si pueden volar van a venir, vemos que hay ganas y que el Camino sigue vivo. En cuanto se pueda la gente va a venir».
Al igual que el albergue Rosalía, los otros cuatro privados que existen en Castrojeriz tienen sus puertas abiertas para continuar recibiendo viajeros y mantener viva la llama de la Ruta Jacobea, un recorrido lleno de lugares que, como Castrojeriz, transmiten cierta seguridad en una época llena de miedos y ayudan a olvidar los largos meses de confinamiento padecidos.