Cero basuras en el océano

SELMA ASILÁ I.S. / Burgos
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El proyecto Zero Zabor Uretan busca concienciar sobre el problema ecológico en el mar a través de voluntariados en el Barco Mater

María Eugenia Saiz en la Asociación Las Calzadas con la camiseta del proyecto. - Foto: Valdivielso

María Eugenia Saiz siempre ha tenido muy presente la importancia de cuidar el medio ambiente. Durante varios años ha participado en proyectos de recogida de basura en Burgos, como Libera: Unidos contra la Basuraleza de Ecoembes. Ahora, a sus 53 años y gracias a haber colaborado en otros programas ecológicos, ha tenido la oportunidad de acudir como voluntaria al proyecto Zero Zabor Uretan. Este voluntariado ofrece la posibilidad de vivir en el Barco Mater durante unos días, a cambio de ayudar en su mantenimiento y en actividades de concienciación ecológica. En 1990 se fabricó el último barco pesquero construido en madera de todo el País Vasco. En 2005, esta misma embarcación, el Barco Mater, fue restaurado por la Asociación Itsas Gela. Actualmente, se destina a visitas turísticas y actividades ecológicas. Siempre está fondeado en Pasaia, pero durante el mes de julio, se realiza la campaña Zero Zabor Uretan.

El pesquero recorre la costa del País Vasco y los voluntarios, procedentes de todo el país, pueden unirse al proyecto desde el puerto que gusten. En el caso de María Eugenia, la burgalesa y su tutor de la Asociación Las Calzadas, Álvar Hernández, el 3 de julio se incorporaron a la tripulación en Portugalete. Desde esta localidad vizcaína, comenzaron una travesía de tres horas pasadas por agua, dadas las intensas lluvias, hasta la siguiente parada, Bermeo. Una vez atracados en este puerto, daba comienzo el voluntariado viviendo en el Mater. «Es la primera vez que dormía en un barco y me ha gustado mucho la experiencia, no me he mareado ni una sola vez», aunque esto último no puede declararlo el tutor de María Eugenia. La estancia de ambos en el programa finalizó el 6 de julio, cuando regresaron a Burgos.

Por un lado, las actividades que María Eugenia y los otros seis voluntarios desempeñaron dentro del barco constaban de tareas de limpieza y mantenimiento. Por otro lado, las labores fuera de este, en Bermeo, consistieron en montar y atender un puesto de concienciación y educación ambiental para niños. «Había varios juegos, uno de separar microplásticos en un montón de arena y otro sobre reemplazar objetos contaminantes por materiales reciclables», aunque María Eugenia lamenta que no hubiera mucha participación e interacción ciudadana en la caseta. Además, tampoco pudieron realizar todas las actividades previstas a consecuencia de las fuertes lluvias. Comenta que no pudieron avistar fauna marina, ni lucir las dos esculturas gigantes hechas a base de materiales reciclados que representan la biodiversidad y las basuras marinas. «Recomiendo la experiencia, pero no es para todo el mundo, porque el barco no está adaptado», reflexiona María Eugenia al recordar la escalera de caracol que había dentro de este y pensar en sus compañeros con movilidad reducida de la asociación Las Calzadas.