Sin ser un año pésimo, la hostelería burgalesa despide 2023 con cierto regusto amargo por el cambio de tendencia vivido desde primavera, una constante a la baja en la segunda mitad del ejercicio que deja un ligero retroceso en el número de pernoctaciones con respecto a 2022. Ese descenso del 1%, tomando como referencia los datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística a falta de actualizar el mes de diciembre, pone en guardia a un sector que mira con incertidumbre al nuevo año.
Mientras los profesionales buscan soluciones a los retos que plantea el futuro tanto a corto como a medio plazo, los datos oficiales dan un respiro al turismo procedente del extranjero. Esta es la buena noticia, ya que el flujo de este tipo de visitante deja atrás definitivamente los efectos más negativos de la pandemia para superar los niveles alcanzados antes de la crisis sanitaria de 2020. La cara 'B' es que esa misma estadística enmascara la fuerte caída del turismo nacional.
Siempre según el INE, Burgos suma 162.686 viajeros extranjeros hasta el 31 de octubre, un 15% más que en el mismo periodo de 2022 (138.652) y un 5.7% más que en 2019. Entonces se contabilizaron 153.447 visitantes de otras nacionalidades, un margen que confirma una recuperación condicionada ahora por otras cuestiones.
Como es habitual, los turistas franceses protagonizan el mayor número de visitantes en la provincia con 30.617. La cercanía geográfica, el Camino de Santiago, la situación de Burgos como eje de comunicaciones y la promoción en el exterior son algunos de los factores principales que explican esta cuestión. Alemania (con 16.337 viajeros), Países Bajos (11.256), Portugal (8.111), Gran Bretaña (5.588), Italia (5.420) y Estados Unidos (4.320) completan la parte alta de esta relación.
Los flujos se reactivan a pesar de la inestabilidad sociopolítica actual y el duro impacto de la inflación en los bolsillos de los turistas. Teniendo en cuenta el escenario actual y las circunstancias que afectan de forma directa, la recuperación protagonizada en los últimos años supone un alivio dentro de la delicada situación actual.
Los datos del Boletín de Coyuntura Turística elaborado por la Junta de Castilla y León también mantienen esta línea. La comparativa de los viajeros extranjeros registrados en la provincia superan con claridad los datos acumulados en el mismo periodo del año 2022 con un 33,5% de crecimiento.
Los números globales acumulados en el Boletín de Coyuntura Turística son positivos para el territorio burgalés. Si en los once primeros meses del pasado año la provincia sumó 1.487.577 viajeros, en este 2023 se han alcanzado los 1.346.836, lo que supone un incremento del 10,5%.?
Sin embargo, el presidente de la Federación de Hostelería, Luis Mata, recalca que el sector suma en la capital siete meses consecutivos «en rojo» y el repunte de pernoctaciones del comienzo de año quedó reducido a cenizas en septiembre para dejar un balance ligeramente negativo a la espera de los datos de diciembre.
«Todo ello teniendo en cuenta que ha subido el número de turistas extranjeros porque España sigue siendo un país barato», reflexiona Mata, quien pone el acento en el «cansancio de los bolsillos» del visitante nacional por la situación económica del momento. «La inflación que condiciona la cesta de la compra, la subida de las hipotecas... todo eso afecta al sector», zanja, para insistir en el impacto de esta «tendencia consolidada».
«No son meses puntuales ni hablamos de circunstancias concretas, aunque es cierto que los datos de la provincia maquillan los números», matiza, siempre dejando un margen a las cuestiones que no salen en los estudios.
«Hay que tener en cuenta que las estadísticas del INE no contabilizan los pisos ilegales y en Burgos hay unas 1.000 camas irregulares», advierte una vez más un Luis Mata que mira con incertidumbre al nuevo ejercicio.
A la espera de que los análisis confirmen que el mes diciembre fue «parecido al anterior», el futuro inmediato plantea dudas. «No soy demasiado optimista con esta tendencia porque parece que la economía está un poco saturada y una bajada de la actividad no es buena para la hostelería», avisa el representante local.
Mientras tanto, el sector se adapta a las circunstancias y aboga por modular el impacto de la inflación en sus diferentes tarifas. Mata calcula que los precios medios subieron en torno al 4% en 2023 y eso se suma al 3% aplicado en 2022. «Las subidas grandes no repercuten de forma directa y seguimos por debajo del IPC si se toma la referencia de los últimos tres años», explica, para recordar las características propias de la hostelería. «No vendemos habitaciones, vendemos fechas y cada día es un mundo. Para nosotros no es lo mismo un martes de febrero que un Viernes Santo», recuerda.
Otros profesionales del sector como Juan Carlos Barriocanal (Corona de Castilla y Hotel Rey Arturo) ven el vaso medio lleno en su balance particular. «El año se ha torcido un poco al final con un último cuatrimestre más flojo e irregular, pero en términos generales yo no estoy descontento», explica, para insistir en el efecto que tuvo la incertidumbre económica después del verano. «Nuestro sector no es de primera necesidad y afectan estas circunstancias, pero no ha sido un año trágico», insiste.
Eso sí, los negocios se adaptan a un escenario en el que «no se pueden repercutir al cliente toda la subida de costes», sobre todo los que también ofrecen servicio de restaurante. «Hay que hacer equilibrios y parte de ese esfuerzo va contra la cuenta de resultados», asume.