David Palacín: regreso de quien nunca se fue

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
-

El fotógrafo burgalés vuelve a mostrar sus fascinantes instantáneas tras años de viajes y de mirarse hacia adentro, que es la aventura más difícil de todas. La exposición, en el Acuarium

David Palacín: regreso de quien nunca se fue - Foto: David Palacín

Nunca se fue, pero a veces resulta inevitable adentrarse al fondo de uno mismo, tocar ese abismo con los dedos y con el alma, dolerse de las cosas que tienen -y no tienen- nombre, y emerger, salir a la superficie con la dignidad intacta, casi como si se estuviera resucitando no de lo definitivo sino de ese algo profundo y oscuro que habita en todos los corazones. Se puede llamar de muchas maneras, pero jamás podrá llamarse olvido. Y menos aún en el alma de quien atesora creatividad, talento, ambición, luz y sueños. Cualquiera de estos días, si uno de ustedes decide entrar en el bar Acuarium, en la travesía del Mercado, junto a la Plaza Mayor, no estará solo: se sentirá rodeado de miradas y almas que laten desde lo más profundo de sí mismas; de retratos que le van a interpelar; de imágenes que, tras su contemplación, provocarán en su interior una conmoción que puede ser más o menos grande, pero que harán que no salga de allí indemne. Su autor es David Palacín, prestigioso y galardonado fotógrafo burgalés que no necesita presentación, pero que ha necesitado, aquí y ahora, regresar a una suerte de principio. Como un volver a empezar que en el fondo no es otra cosa que seguir y reafirmarse: estoy, nunca me fui, necesito mostrar y compartir mi arte.

No fue ningún espejismo: a David Palacín se lo rifaban en Miami, en París, en Casablanca. PhotoEspaña contaba con él; se multiplicaba en proyectos altruistas gracias a los que sonríen desde hace mucho en Senegal. Todo eran proyectos, viajes, ideas... Y fue uno de estos desafíos, tras la concesión de una beca de la Fundación Villalar, cuando se produjo el terremoto interior. Denominado 'Retrato del viaje que no te conté', que no dejaba de ser una introspección, cuando el artista sintió que "comenzaron a sangrar un montón de heridas que tenía sin curar". Lo que hizo fue terminar el proyecto y decidir parar durante un tiempo por pura necesidad, aunque realmente nunca lo hizo del todo: siguió viajando, buscó enamorarse de nuevos horizontes, de una nueva forma de respirar... Pero no hubo salida: se encontró un día acumulando imágenes, retratos que terminaban siempre en un disco duro, como si faltara la chispa adecuada que encendiera de nuevo el fuego de la ilusión, el fuego de la vida.

Entonces, sí, dijo basta: debía volver sobre sus pasos, ovillarse sobre sí mismo, descansar, pensar, dejar pasar el tiempo, el inclemente enemigo que siempre nos acompaña. Hubo quienes creyeron que desapareció, que había hecho las maletas para siempre, que se había ido con su talento a otra parte. Pero no. Es cierto que David Palacín se fue, y lo hizo lejos, pero mucho más de lo que cualquiera elucubró. Porque necesitó el viaje más difícil de todos: el que empieza y acaba en uno mismo. En esa travesía no escuchó ningún canto de sirena, ni atendió a aquellas voces que reclamaban su presencia o lo añoraban. Se recogió, se recorrió, se pensó, se vivió, se anheló. Hasta que regresó. Alcanzó la orilla con humildad, pero sin renunciar a lo que siempre había soñado. Y volvió a soñar. Y ha querido hacerse presente nuevamente como si acabara de nacer y fuera ese jovenzuelo ingenuo que un día supo que sólo podría expresarse desde la fotografía.

Ha tenido ofertas de todo tipo. Espacios y contenedores culturales de alta alcurnia y acreditada fama. Pero él ha sido consciente de su proceso interno, de su deambular entre las sombras, de su pelea cuerpo a cuerpo consigo mismo. Y ha decidido que sí, que vuelve (porque nunca se fue) y que lo va a hacer poco a poco, despacio, desde lugares que, aunque parezcan pequeños, siempre fueron su casa y creyeron en él. "Encontré la grieta, quizá todo tenía que suceder así... Así que me propuse volver a la casilla de salida y aquí estoy. 'Pequeña retrospectiva para encontrar el norte' es una exposición pensada para deambular por los caminos que una vez recorrí y que tanto me dieron, y volver a sentir, volver a mirar desde bien adentro y salir a la calle dispuesto a que me pasen cosas, como hacía en Triana donde comienza esta muestra", dice Palacín, que expone en el Acuarium y pronto en el Rogue café Lounge de Gamonal, "y seguiré mi camino, buscaré mis retratos de la India, de Thailandia, de Vietnam o de Santiago de Chile y los juntaré con 'Retorno a África', 'Presencias', 'Bailando Sorolla', etc.". Son obras impresas con tintas pigmentadas y enmarcadas (18 por 24 centímetros) "que están al precio que hubiese puesto cuando comencé a exponer en 1999 en el Charol, el Close To Me, La Loba Lola o alguno de aquellos espacios que, como el Acuarium, siempre han apostado por la cultura". Las obras están a la venta: 30 euros. Sin embargo, no tienen precio: nadie tendría la osadía de preguntar cuánto cuesta la obra de un artista que ha hecho un valiente pero doloroso ejercicio de redención para regalarnos tanta luz como belleza.