En la mañana del domingo 16 de noviembre Burgos se despertaba en medio de una violenta pesadilla, en la que unas llamas traicioneras arrebataban el trabajo y el pan, y muchas ilusiones y recuerdos, a miles de familias. La imponente fábrica de Campofrío de la calle La Bureba, en el polígono de Gamonal, pasaba de ser un emblema de la multinacional y de la ciudad a un fantasma retorcido que solo producía humo, dolor e incertidumbre. ¿Y ahora qué?
Se ha vivido una semana fogosa en emociones y reacciones, y lo mejor de todo es que estas últimas han sido todas en la misma dirección. Las administraciones han sido conscientes de las dimensiones de la tragedia económica acaecida en Burgos y han dicho alto y claro que arrimarán el hombro para poner su grano de arena y apuntalar una nueva factoría. El presidente ejecutivo de Campofrío, Pedro Ballvé, tiró de corazón, historia y valentía y se comprometió a que ese sueño sea una realidad en el plazo de unos dos años.
Ballvé tiene un sueño. Los trabajadores de Campofrío tienen un sueño. Burgos tiene un sueño. Y es el mismo.
El compromiso real y sincero, el trabajo visible e invisible, la unión y el apoyo para que los sueños se conviertan en realidades precisan también de gestos, de testimonios, de sentimientos, de solidaridad. Eso se escenificó en la mañana de ayer en el Parque Félix Rodríguez de la Fuente, en Gamonal-Capiscol, justo donde nació y donde estuvo la factoría de Campofrío que precedió a la recientemente arrasada por el fuego. Otro gesto para esta historia.
Miles de ciudadanos arroparon a los trabajadores damnificados por el incendio. Las palabras de ánimo se mezclaban con las de agradecimiento y de confianza. Los poderes públicos hicieron patente con su presencia que están por la labor de laborar para que Campofrío vuelva a producir en esta ciudad. Allí estuvieron, entre otros, el alcalde, Javier Lacalle; el presidente de la Diputación, César Rico; el subdelegado del Gobierno, José María Arribas; y el delegado de la Junta, Baudilio Fernández-Mardomingo.
Desde la tribuna.
La cita en el parque Félix fue convocada por el comité de empresa para las 12 de la mañana. El lema, ‘que nadie ni nada nos cambie nuestra manera de vivir’. La lluvia ralentizó la llegada de muchos asistentes y hasta las 12:20 no se leyó el breve comunicado elaborado al efecto, que fue pronunciado por Sara Delgado, miembro del comité. En él se destacó la «certeza en que la nueva planta se hará, y será en Burgos» y se agradeció la firmeza y el liderazgo empresarial del presidente Ballvé al comprometerse con ese proyecto, con ese sueño compartido.
Tres fueron las palabras subrayadas ante un auditorio emocionado y solidario: esperanza (aunque el golpe ha sido duro y el camino por recorrer largo y con dificultades); unión (imprescindible para que el barco llegue cuanto antes al puerto deseado); y apoyo (de todos los trabajadores, de toda la ciudadanía y de las administraciones públicas).
Hilario Sancho, presidente del comité, indicó a los periodistas que ya se ha registrado el Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) en el Ministerio de Trabajo y que se negociará con la empresa a partir del 1 de diciembre. Y sobre la ‘nueva’ Campofrío, apuntó que entre los desescombros, las licencias, trámites y proyecto, la primera piedra no se pondría hasta dentro de 5 o 6 meses.
Entre el público.
Las lágrimas y los rostros compungidos del pasado domingo se tornaron ayer en moderado optimismo a largo plazo, pues a corto y medio la mayoría de los empleados de la planta siniestrada y de otras que trabajaban para ella se enfrentan a la disminución de ingresos y a la incertidumbre. ¿Traslados? ¿Trabajar en otras empresas hasta que abra la nueva Campofrío?... Nadie manifiesta tenerlo claro todavía, ni la situación económica general invita demasiado al optimismo.
Pero sí se coincide en que, dentro de la desgracia, la reacción general ha sido modélica. Y también en que esperaban que el acto de ayer en el parque Félix (entre las calle Santiago y la avenida de la Constitución -carretera de Logroño-) durara algo más. Tras una semana de fuertes emociones y de sentimientos agarrados a la memoria y al futuro, hay quien echaba de menos, por ejemplo, escuchar el testimonio de algún trabajador que llevara tres o cuatro décadas en Campofrío, o el del último joven que haya entrado, o el de una familia que tenga a varios miembros en la plantilla...
Los aplausos que espontáneamente se escucharon al citar a Pedro Ballvé desde la tribuna se completaron en algunos corrillos del parque solicitando para él, una vez cumplida su promesa de levantar la nueva fábrica, la medalla de oro de la ciudad y de la provincia, y una avenida o una gran plaza.
Y es que Ballvé tiene un sueño. Y sus trabajadores también. Y Burgos. Los sueños, es sabido, se pueden convertir en realidad.
Y los burgaleses dijeron ayer que ¡sí se puede!