Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


A Navidad pasada

13/01/2025

Me van a permitir los amables lectores que me deje hoy arrastrar por las pendientes de la melancolía, tras haber observado el estado de la ciudad y de los ciudadanos al día siguiente de que tuvieran fin las recientes fiestas navideñas. Recorrí algunas calles, ya al anochecer, y volví a sentir la misma sensación de años anteriores en idéntica ocasión.

Seguían colgadas por doquier las luminarias de los adornos navideños, pero todas estaban ya apagadas, como si fueran los despojos resultantes de un pasado glorioso, tristemente concluido. El bullicio del ir y venir de la gente, abarrotando el espacio público a estas mismas horas con ocasión de las compras, las cabalgatas, las reuniones y los espectáculos, había dejado paso a un silencio casi sobrecogedor. Todo lo que vi fue a algunas personas con aire perezoso, con aspecto de entrar o salir de alguna tienda, supongo que con el ticket-regalo a mano, para descambiar la ropa de talla equivocada, el juguete o el obsequio averiado, o simplemente para ejercer ese derecho de los consumidores que se llama "de desistimiento", que es el derecho a deshacer una compra, sin costo y dentro de un plazo, en determinados casos. Ese era el panorama.

Y no puedo decir que tal perspectiva me desagrade. Convencido como estoy de que las Navidades han alcanzado un grado excesivo de gasto y de consumo, aprecio el retorno a la normalidad, a la vez que soy consciente de que ese cambio de escenario requiere una mínima transición, no más allá de tres o cuatro días, en que la oscuridad y el silencio van ocupando el espacio de lo que hace nada era brillantez y ajetreo. Lo que en absoluto supone desprecio hacia unas celebraciones que son parte de nuestra tradición y de nuestra vida, especialmente de nuestra infancia, más allá de lo que pensemos ahora.

Con todo, lo que me produce más desazón es ese momento inevitable en el que, al volver a la actividad, nos damos cuenta de que hay que descolgar el calendario de pared atrasado, o retirar las hojas no utilizadas del diario de la mesa, o realizar cualquier otra acción que exprese con certeza contundente que hemos cambiado de año, y que con ello se ha incrementado el volumen del tiempo pasado. Que es precisamente el que ya no volverá. Y eso es lo que, se mire como se mire, ya no tiene remedio.

ARCHIVADO EN: Navidad, Consumidores