Hace unos días, en las Cartas de los Lectores de este periódico, leí a un profesor que mostraba su disgusto y decepción por los últimos acontecimientos acaecidos en la vida del, por otra parte, gran tenista Rafa Nadal. Explicaba (y estos mismos argumentos los he leído ya anteriormente en varios comentarios en redes sociales) que Rafa Nadal le había decepcionado por haber aceptado ligar su imagen y la de su tenis a la de Arabia Saudí, país que no es precisamente un adalid del respeto por los Derechos Humanos a cambio de una sustanciosa (y absurda, añado yo) cantidad de dinero. También, como a muchos otros, le había chirriado con anterioridad la, al parecer, cercana relación de amistad que mantiene con el Emérito Rey Juan Carlos.
Los que mantienen estos argumentos con mayor o menor vehemencia son aquellos que cometen uno de los errores más graves que se pueden cometer en esta sociedad actual nuestra, tan dada a la cercanía con los ídolos de cualquier ámbito, y es el que, por un lado, creemos que los conocemos y, por otro, les adjudicamos unos valores morales que no solo son una fantasía, sino que, además, se alejan mucho de la realidad de cualquier persona. No me malinterpreten, no les digo que no se dejen llevar por los éxitos deportivos de un Nadal, un Alonso, un Rahm, un Cristiano o quien más les guste. Pero sí les aconsejo que no tomen a ninguno de ellos como referente moral de nada, porque luego todo lleva a desencantos y decepciones, pues casi todos los ídolos, en cualquier disciplina, tiene forzosamente los pies de barro. Porque ser un gran tenista, un gran piloto, un gran golfista o un gran futbolista no garantizan que, además, se sea moralmente irreprochable. Y porque ser un ídolo, un dios o lo que se quiera decir de alguien en su actividad profesional, no excluye que se sea a la vez profundamente humano, para lo bueno y para lo malo.
Yo puedo entender a quienes se quejan de cuando uno de sus ídolos se vende al mejor postor. Pero no sé si podría poner la mano en el fuego por los que se quejan de eso si fuese a ellos a quienes les ofrecieran una cantidad de dinero obscena por representar a alguien poco confiable. Bueno, creo que no la pondría ni por ellos, ni por mí.
@VladimirConV