Es un artista de pocas palabras, porque siempre prefirió que su obra hablara por él. Por eso Antonio López no quiere crear ruido alguno en torno a lo que será una de sus más singulares y portentosas herencias: las puertas que el Cabildo de la Catedral de Burgos le encargó para la fachada de Santa María de la gran joya del gótico español como gran testimonio del VIII Centenario del primer templo metropolitano. En una breve entrevista telefónica concedida a este periódico, López admite que queda muy poco para ver concluido un trabajo que, asegura, está siendo durísimo, casi hercúleo, y en el que hay involucradas más personas que están dando lo mejor de sí mismas para que el resultado sea el mejor posible. "No me gusta hablar sobre esta obra, porque se han dicho demasiadas cosas y no me gustan decir otras, de verdad. Yo lo que hago es trabajar. Y ya está. Voy casi todos los días a la fundición. Estoy trabajando permanentemente. Y así voy a seguir hasta que se terminen y se manden".
El más importante artista plástico español vivo reconoce que culminar este proyecto "está costando mucho trabajo. A mí y a las personas que están conmigo. Porque realizar una obra así es algo muy difícil. Sí puedo decir que estoy haciendo todo lo que puedo, lo mejor que sé. Y ya está. Los demás, que digan lo que tengan que decir; yo no voy a hacer más declaraciones, no quiero hablar nada más sobre este asunto, de verdad". El escultor y pintor invita a la sociedad burgalesa a tener paciencia. "Cuando lleguen a Burgos, se verán. Lo de menos es lo que pueda decir yo. ¿Qué puedo decir? Nosotros vamos a cumplir con nuestras obligaciones", apostilla.
Voy casi todos los días a la fundición y trabajo constantemente, y así seguiré hasta que se manden"
Huye de palabras como eternidad -"¿pero hay eternidad?", se pregunta López- o expresiones como 'enorme legado', 'obra para la posteridad respecto de las puertas (terminen en el sitio para el que fueron encargadas o no). "Es un proyecto enorme... De tamaño desde luego. Y barato. Ha costado poco dinero para todo el esfuerzo que se está haciendo", afirma. Nunca fue amigo de plazos, y reconoce que los primeros que se dieron fueron en vano. "Era imposible de cumplir. Pero ahora estamos ya cerca. Estamos deseando acabar ya y pasar página". Pese a todo, confía en que, como sugirió recientemente el Cabildo, esa gran obra llegará a Burgos antes de que acabe el año en curso. "Se va a intentar y yo creo que será así", concluye el artista.
Por su parte, el Cabildo mantiene los plazos que avanzó hace algo más de un mes y que subrayan lo manifestado por el artista: la obra recalará en Burgos este año y siempre después del verano.
Un artista irrepetible. A sus 88 años, este artista irrepetible mantiene intacta su pasión por el arte: sigue entregado a la creación en cuerpo y alma, dedicando todas las horas que su menudo cuerpo, cada vez más cansado, puede soportar. Nunca, desde que recibiera el encargo de dejar la huella más contemporánea en la Catedral, ha prodigado comentarios en torno a este magno proyecto. Polémicas al margen, Antonio López se ha centrado en sacar adelante tan fabuloso reto con una máxima: libertad y esfuerzo. "La responsabilidad del artista es hacer una obra que valga la pena, que aporte algo, esté donde esté", manifestó a este periódico en la última entrevista que se le realizó en su casa-taller, cuando ya estaba ya en pleno proceso de elaboración.
Siempre admitió el artista de Tomelloso que el encargo del Cabildo burgalés era un desafío de primera magnitud, pero también un orgullo y un honor que se pensara en él para tal fin. Sin renunciar, claro está, a esa libertad del artista, tan personal como intransferible. "Yo necesito trabajar con libertad, y lo he hecho como si lo hiciera para las puertas de mi casa", confesaba. Nunca fue su propósito ser especialmente audaz o rompedor. Sencillamente, quiso desde el principio "hacer algo diferente", esto es, algo que renovara "la iconografía existente, que se ha quedado anclada en los siglos pasados".
La misma libertad que siempre ha reclamado para crear es la que cada persona que contemple su obra debe tener en la mirada. "A la gente no hay que decirle lo que tiene que mirar, lo que tiene que encontrar. No hay que avasallar a los demás. Estamos haciendo algo para un lugar que es para todos. No tiene por qué gustar a todos. Es una puerta por la que puede entrar cualquiera. Pero no se puede decir lo que tiene que ver o cómo tiene que mirarlo. De la misma forma que yo he tenido libertad para crear, hay que dejar libertad a quien contempla la creación. Beethoven no decía cómo había que escuchar sus sinfonías, no daba ninguna indicación. Lo que se trataba en este proyecto era de hacer algo que tuviera que ver con nuestro tiempo", señalaba el artista.
Han costado poco dinero para todo el esfuerzo que se está haciendo; ahora ya estamos cerca de terminar"
Por eso siempre ha estado Antonio López al margen de toda polémica, circunstancia que casi siempre ha rodeado cada época artística. "En la Antigüedad había un lenguaje común, para todos: para los que sabían, para los que no sabían… Cuando surgieron diferentes lenguajes en el arte todo cambió", explica siempre el artista. Hay que actuar con valentía, sin soberbia, sin creerse que uno es mejor que nadie. Ofreciendo lo que tú puedes dar. Si te lo piden, como es el caso. El arte tiene que aportar. Siempre ha sido así. Estas son las puertas de un gran templo. Aportarán belleza, sentimiento y misterio. Por ellas van a pasar gentes que creen más, que creen menos, que creen de una manera y de otra. Eso es lo que hacía grande al arte antiguo: era para todos. Tan para todos, que todavía, miles de años después, vamos a Egipto a ver cosas que aún no sabemos muy bien qué significan. Pero están llenas de grandeza y nos dicen muchas cosas, cosas que atañen al misterio del mundo, de la vida. Eso es el arte. Yo ofrezco lo que tengo y lo que soy. ¿Qué es? No lo sé muy bien. A mí me gusta hacer mi trabajo, y cuando me lo propusieron tuve el presentimiento de que podía decir algo. De lo contrario, lo hubiera rechazado", apostillaba el universal artista.