Un mes entre el barro

G. F. (SPC)
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El pasado 29 de octubre, el cielo se abrió sobre Valencia y descargó un diluvio que se convirtió en una riada mortal que acabó con 222 vidas y dejó un rastro de destrucción a su paso del que la región aún no se ha recuperado.

Un mes entre el barro

«Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». El conocido microcuento de Augusto Monterroso es un anclaje perfecto para retratar el duro día a día al que se siguen enfrentando miles de valencianos. Cuando se despiertan, el barro y la destrucción que trajo la DANA del 29 de octubre… continúan allí para su desaliento.

Ha pasado un mes de aquella aciaga noche cuando un diluvio mortal de agua se abatió sobre Valencia y con menor intensidad sobre Castilla-La Mancha y Andalucía. Un mes que los afectados sienten (siguen haciéndolo) como si hubiese sido un año de sufrimiento. Miles de ellos soportan todavía el no tener un techo propio, una casa a la que regresar. Cientos de niños continúan sin poder retornar a las aulas y otros muchos intentan seguir los estudios en colegios que no son los suyos. Los agricultores y ganaderos miran con pesar los campos arrasados por la riada y la industria aún revisa los destrozos millonarios provocados por la tromba en las infraestructuras.

Toneladas de escombros, montañas de coches apilados y barro. Esa es todavía la realidad para los niños y mayores de las poblaciones afectadas, donde crece el enfado por la inadecuada respuesta de las administraciones central y autonómica. Y también se podría añadir al coro de reproches la insuficiente ayuda (especialmente en los primeros días) y la evidente falta de coordinación. 

Un mes entre el barroUn mes entre el barroFaltaron militares, fuerzas de seguridad, bomberos y equipo pesado para enfrentar una catástrofe de dimensiones descomunales que se complicó aún más con los numerosos actos de pillaje que protagonizaron gentes sin alma, obligando, incluso, a los ciudadanos a organizar patrullas nocturnas por la escasez de Policía para garantizar que nadie desvalijaba sus casas y negocios. 

La sensación de que ni el Estado ni el Gobierno regional han tenido una presencia conveniente se acrecienta. Máxime cuando gastan mucha pólvora en echarse mutuamente la culpa de lo sucedido. 

Entre el barro que todavía mancha las calles como signo de un mal recuerdo, el enfado crece. Esta semana, las alcaldesas de Catarroja, Lorena Silvent; Paiporta, Maribel Albalat, y Benetússer, Eva Sanz, tres de los municipios más afectados por la tromba de agua y barro reclamaron tener representación en el Centro de Coordinación Operativa Integrado (Cecopi), el órgano clave en la gestión de emergencias en la Comunidad Valenciana, y, al mismo tiempo, denunciaron una demora «inaceptable» en las actuaciones por la «falta de coordinación».

Un mes entre el barroUn mes entre el barro - Foto: Carlos Luján Europa PressEn un comunicado conjunto, lamentaron que, al cumplirse un mes de la tragedia, «los lodos siguen llenando calles y garajes, los centros educativos siguen sin reabrirse, las infraestructuras municipales están destruidas y los problemas se acumulan sin que los responsables de la Emergencia den soluciones».

«Es en el Cecopi donde se toman las decisiones, pero a distancia, sin pisar el terreno y sin conocer y tener en cuenta la realidad de nuestros pueblos, lo que lleva a la descoordinación», denuncian para hacer patente su irritación.

Es el enfado profundo que, a comienzos de noviembre, llevó a los vecinos de Paiporta a descargar sobre los reyes de España y los presidentes del Gobierno, Pedro Sánchez, y de la Generalitat, Carlos Mazón, su rabia por la tardanza en la llegada de los equipos de rescate y las ayudas necesarias para agilizar las tareas de limpieza y desescombro, que en primer momento asumieron cientos de voluntarios con palas y escobas.

Fue un estallido social como hacía mucho tiempo que no se veía, aunque en honor a la verdad la ira popular estuvo dirigida a Sánchez y Mazón, como quedó demostrado en la segunda visita de los monarcas a la zona dos semanas después, cuando fueron recibidos entre aplausos. 

Pero en esa primera visita, Paiporta se rebeló contra la frase que condenó al jefe del Ejecutivo dirigida a una Generalitat desbordada: «Si necesita más recursos, que los pida». La misma rebelión que puso a Mazón en la picota por alargar esa jornada una comida para componer a su gusto la nueva dirección de la televisión pública valenciana en lugar de estar donde le correspondía, en el centro de emergencias activo para hacer frente a la catástrofe.

Llama poderosamente la atención donde estuvieron las prioridades en los primeros momentos de la tragedia. Unas horas después de esa polémica comida del presidente valenciano y cuando ya se tenía conocimiento de al menos 50 muertos, el luto pasó a un segundo plano para votar en el Congreso el asalto del Gobierno al control de RTVE. Por eso se vivió en las calles de Paiporta un escenario de alta tensión. 

Después, cuando el enorme alcance de la DANA obligó a poner todos los esfuerzos en la reconstrucción, Mazón reclamó al Gobierno central más de 31.000 millones de euros para las ayudas a afectados por la riada y para hacer frente a la reconstrucción de Valencia. 

Posteriormente, el presidente del Gobierno lanzó lo que bautizó como Plan de Respuesta Inmediata de Reconstrucción y Relanzamiento dotado con 10.600 millones. Lo definió como un primer plan de medidas destinadas a hogares, empresas, autónomos e instituciones locales.

Pero las ayudas siguen siendo escasas y llegan con cuentagotas denuncian los que conviven a diario con el barro. De la 28.883 solicitudes hechas al Gobierno central y 22.303 al autonómico, a día de hoy solo se han pagado 824 de la Generalitat Valenciana. Miles de afectados aún no han visto un euro.

El dinosaurio todavía está allí.