Los residentes de las viviendas próximas a los dos bares conflictivos de la calle Briviesca tienen asumido que desde el viernes hasta el domingo es muy complicado que vayan a dormir más allá de las 6 de la mañana. A esa hora, es habitual que algunos de estos vecinos se asomen a sus ventanas alertados por el ruido de los clientes que terminan la fiesta en estos dos locales que hacen de 'after hour'. En cuestión de un año, un barrio tranquilo se ha convertido en el epicentro de los últimos estertores del ocio nocturno. Del enfado por los ruidos, las peleas y la suciedad, han pasado a la resignación por ver que nada ha cambiado en los últimos meses.
«Cuando llega el jueves ya empiezo a temblar. Ya no es que no vaya a dormir nada, que lo doy por hecho. Es que tengo miedo de que al salir de mi casa me ocurra algo», protesta una vecina del número 25, ubicado justo encima del bar La Nube. Advierte de que es casi peor para las familias con niños, pues tienen que ver «este espectáculo lamentable» cada vez que van al colegio los viernes.
Personas vomitando, orines, cachis de plástico, botellines de cerveza e incluso restos de sustancias prohibidas. Son algunos de los ejemplos de los desperdicios que dejan los clientes de los dos bares en la calle Briviesca. «La situación es la misma que hace un año», protesta Cristina, que vive en el número 23. «Cuando la Policía Local monta controles y corta la calle o realiza las redadas se nota que hay menos movimiento, pero eso no ocurre todos los días como es lógico. También pasan con los coches de vez en cuando, pero en cuanto se van vuelven a salir fuera de los bares a dar guerra».
Esta residente no entiende por qué, con la información recabada y los incumplimientos detectados por el cuerpo municipal, no se ha logrado aún el cierre de ninguno de estos locales. «Para otros se dan mucha prisa», lamenta.