Con solo 14 años, Esteban Espinosa, fundador de Tinte Rosa, se armó con 50 sprays y empezó a pintar un apartado muro. De repente, apareció el dueño, quien se quedó sorprendido pero le dejó seguir. Al terminar, el hombre quedó estupefacto. En lugar de recriminarle nada, le entregó 10.000 pesetas y, así, cambió la mentalidad de un muchacho que, dos décadas después, se ha convertido en una referencia mundial del grafiti. 2022 ha sido su año dorado, aunque, según dice, 2023 «será aún más potente».
El galardón al mejor mural del mundo en octubre de 2021 tuvo su efecto con el inicio de 2022. Desde ese instante Espinosa vive un sueño. Recibió el «reconocimiento del Ayuntamiento por el premio y por embellecer Miranda», según dice el artista, y fue pregonero de San Juan del Monte, lo que le dejó «conocerlo culturalmente, desde dentro, y notar el cariño de toda la ciudad».
Entre loas y aplausos, tuvo tiempo de iniciar proyectos altruistas. Por ejemplo, colaboró con su hermano para visibilizar el dolor «de la guerra en Ucrania y de todas las demás». Su pariente compuso la banda sonora que le inspiró para diseñar el rostro de un niño llorando, situado junto a Los Ángeles.
El mural de Tinte Rosa en el que hizo el 50% gratis. - Foto: Tinte RosaSu simbiosis con la música no paró, pues en abril colaboró con La Regadera. El nuevo disco de la banda lleva el sello de Tinte Rosa, al menos, en la portada. Eso sí, la pasión de Espinosa, aunque también se centra en el diseño, está en la calle. En mayo se quedó «a las puertas de ganar» la liga nacional de grafiti. Pero no se rindió. Necesitaba ampliar su horizonte, asumir retos y asumió que «todo lo que estoy aprendiendo lo necesito transmitir, sobre todo, a la gente joven», explica. Por eso, pintó en varios colegios, dio charlas y enseñó a las nuevas generaciones su particular arte.
Ya en verano, continuó exportando belleza fuera de Miranda. Adornó Castrillo de Murcia con imágenes de las fiestas del Colacho, desarrolló tres obras a través del programa Tuvibes y, todo, sin dejar de lado encargos en locales o viviendas. Ahora bien, si algo distingue a Espinosa es su ambición por mejorar la ciudad del Ebro. Cuando la Asociación Jacinto Sarmiento le contrató para dar color a la mitad de un muro, el artista no dudó en asumir de forma vocacional el 50% restante. «En lugar de dejarlo vacío, se cobró la mitad, pero ahora tiene más vida», explica.
Poco después de asumir un enorme encargo para la cuadrilla sanjuanera de Los Peques, Espinosa se tomó un respiro. Viajó a Egipto, pero, según dice, «no sé desconectar, y me llevé dos sprays». Terminó en un «poblado Nubio», donde plasmó dos alas de color magenta. «Están pensadas para hacerse una foto, pero allí no hay tecnología y al terminar le pedí a una chica que posara, entonces lo entendieron y sin necesidad de cámara interactuaron y la verdad es que fue muy bonito, fue una experiencia muy espiritual», recuerda.
El trabajo en el que Espinosa colaboró con su hermano para visibilizar el dolor que provocan las guerras. - Foto: Tinte RosaTras su regreso, volvió a decorar decenas de paredes. Eso sí, «el reconocimiento en Miranda había llegado en enero, pero en el País Vasco ha sido en noviembre», apunta. Así, ahora encara una gran cantidad de labores fuera de su ciudad, aunque eso no es un óbice para que se haya planteado el reto de «rematar Miranda, dar el último boom en 2023 o 2024, para que sea en una galería de arte urbano».
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Con todo, en la actualidad trabaja para «aprender a organizarme mejor», a fin de compaginar su marca con el descanso. En cualquier caso, según expresa, «solo puedo dar las gracias por el reconocimiento y el cariño que me dan», a lo que añade que «siento mucho orgullo, porque aprendí de forma autodidacta en la calle, donde no todos los caminos son correctos, y he formado mi empresa en un sector que estaba mal visto».