El sector de la construcción en la comarca ribereña está viviendo la tormenta perfecta. A la acumulación de obras tanto en la capital, una vez que ya se aprobó el nuevo plan urbanístico, como en las localidades de alrededor se suma la falta de personal cualificado o «que quiera trabajar», como apuntan algunos constructores y técnicos. Todo ello está provocando que los proyectos de particulares se retrasen mucho por no poderse ejecutar por escasez de mano de obra. «Estamos dando plazos para dentro de dos años para algunos proyectos», reconoce Eduardo Izquierdo, aparejador de la empresa Proizhon. «Nosotros tenemos unos plazos de cinco o seis meses, depende de la obra, pero porque tenemos gente propia en plantilla y, aún así, tenemos que buscar mucho obrero fuera», comenta Gerardo de la Cámara, de Gerayca.
Estos problemas están afectando, sobre todo, a las pequeñas y medianas constructoras, que son las que se están haciendo cargo de las nuevas edificaciones de viviendas unifamiliares y proyectos de menor entidad, ya que los bloques de pisos corren por cuenta de empresas con más recursos. «La construcción está en pleno apogeo y no encuentras quien te haga una casa ahora mismo, nosotros estamos con un proyecto de casa modular y nos ha costado horrores poder hacer la cimentación y el saneamiento, que se hace como una obra clásica», apunta Izquierdo, que ni se plantea pedir varios presupuestos porque no hay tanta variedad de empresas que puedan hacerlo en el corto o medio plazo.
En el sector lo achacan a «falta de mano de obra y exceso de trabajo», lo que está haciendo que los responsables de las obras tengan que acudir a otros mercados para encontrar obreros y personal cualificado, también en el ámbito técnico. «Ahora mismo en la construcción hay trabajo, porque lo hay, pero vamos tirando como podemos; yo estoy trayendo mucha gente de Madrid, de Toledo, de Sevilla, de Portugal,... porque aquí en Aranda no hay nadie que quiera trabajar en la construcción», lamenta De la Cámara, que hace un llamamiento a la gente joven para que se forme y pueda trabajar en este ámbito. «Tampoco hay aprendices en los distintos oficios de la construcción, no hay alicatadores, ni electricistas, ni encofradores..., y eso que se paga bien y hay buenos horarios, porque se trabaja de lunes a viernes de 8 de la mañana en jornada intensiva hasta las cuatro de la tarde y un peón puede cobrar hasta 1.400 euros al mes», aporta como detalles el responsable de la empresa Gerayca.
Esas cifras elevadas también se dan en el plano técnico, donde hay empresas que están ofreciendo contratos de 65.000 euros al año más el alojamiento para el puesto de jefe de obra en alguno de los proyectos importantes que se están desarrollando en la zona.
Siguiendo con las cifras, esta falta de mano de obra local y la obligatoriedad de traerla de fuera tiene una consecuencia directa en el bolsillo de los clientes de las constructoras. «El metro cuadrado se está pagando más caro porque los obreros cobran dietas por salir a trabajar fuera, por dormir y comer fuera, eso se repercute en el precio que tenemos que pagar por esos trabajos», especifica Gerardo de la Cámara, lo que le lleva también a recordar los problemas que hay en la comarca para encontrar alojamiento para estos trabajadores.
Esta situación no es la habitual en comarcas rurales y los implicados en el sector consideran que aquí se está viviendo un boom constructivo. «Esto es un pequeño oasis, la comarca tiene un buen motor económico y tira de todo, lo que hace que los pueblos tengan vida y la gente invierta en ellos para irse a vivir o mejorar su casa», valora Izquierdo el contexto general.