La espera merece la pena

G.A.T. / Miranda
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Solo el lamentable descenso del Mirandés ensombreció un espléndido día de Bombazo en el que los Sanjuaneros derrocharon entrega ante una plaza que disfrutó de lo lindo a pesar del retraso en la llegada del bombo

La plaza de España estaba ya llena bastantes minutos antes con miles de personas reclamando la llega del bombo sanjuanero, que se demoró 24 minutos. - Foto: Truchuelo

No por vivido año tras año el Bombazo es cosa sabida. Y cada sábado de San Juan del Monte el adentrarse en la plaza de España es una nueva experiencia. Años de lluvia, otros de frío, algunos de un tiempo cambiante y los de calor, como el de ayer. Algo que hizo que los sanjuaneros que desde media hora antes empezaban a poblar la plaza no aguantaran la llegada del bombo para abrir las botellas de cava y otros preparados de colores diversos para regar a la concurrencia con algunos brebajes probablemente imbebibles.

Y así estuvieron casi media hora, ya que el bombo sanjuanero tuvo algunos problemas para salir de un Ebro con bajo caudal, lo que retrasó el esperado Bombazo, que finalmente llegó, tras una exhibición de cánticos en la plaza, entre ellos los que mandaban ánimos a un Mirandés que no cumplió con su afición y se fue de cabeza a Segunda División B dando un disgusto a una ciudad a la que la fiesta se le atragantó.

Pero lo vivido apenas dos horas antes en el balcón del Ayuntamiento y en la plaza de España quedará en el recuerdo de muchos como lo mejor del día, en especial de los Sanjuaneros, Johana Martínez, de los Sebas no Bebas, e Israel Sánchez, de Los Chaturangas, quienes acompañaron al bombo en ese recorrido corto pero al tiempo eterno entre el río y el Ayuntamiento con la compañía de los bombistas de la cuadrillas y la Orden del Bombo, de la que se despedía un emocionado Víctor Garachana, que desde hace 12 años acompaña al festivo instrumento en esta singular procesión.

Los gritos del gentío se mezclaban con el sonido de algunos bombos, el descorche de las botellas y, por fin, con el sonido del bombo que Johana e Israel tocaron hasta quedarse sin fuerzas. «¡Mira cómo estoy sudando!, estos es más cansado que doce horas de trabajo», decía él, mientras ella enseñaba la ampolla que le había salido en la mano de dar con intensidad al bombos.

«Esto es increíble... Una cosa es imaginártelo y otra cosa es vivirlo, esto es impresionante y llevo toda la tarde con la carne de gallina», decía Johana, emocionada aún minutos después de su gran momento. Por eso mismo Israel animaba a todo sanjuanero a que se apunte en años venideros a concurso de elección de Sanjuaneros. «Dar al bombo y ver que la gente salta al ritmo da gusto, y desde aquí arriba la plaza parece mucho más grande», decía. Es su gran estreno en estas fiestas sanjuaneras, y a pesar de lo mucho que les queda avanzaron que no tiene intención de dosificarse: «Vamos a por todas». Y pidieron, como ya ha ocurrido en otras fiestas, que se cree la figura del Sanjuanero vitalicio.

Tras el Bombazo, y mientras se seguía en la distancia el partido de los rojillos en Lugo, el emotivo acto en la iglesia de Santa María también recordó lo mucho que se jugaba el Mirandés en la tarde de ayer, si que esta vez ni el Santo ni la Virgen de Altamira obraran un milagro que los rojillos jamás deberían haber necesitado.

En el templo, donde fue portada por Los del Santo la imagen de San Juan del Monte, se procedió a la tradicional imposición de los pañuelos por parte de las cuadrilla que cumplían aniversario: Bebe y Saca y El Escándalo (50 años) y Gurrutxurtus, Garrafón-Txurus, 40 Principales y Txiruka (25 años), además de José María Villegas, que colocó el emblema sanjuanero a la talla de la Virgen.

Y a partir de ese momento, conociendo minutos después el desastre de los rojillos, la tarde y la noche fueron poco a poco asumiendo que la fiesta debe seguir, que San Juan del Monte está, incluso, por encima de lo que el Mirandés, la otra pasión local, ha demostrado en esta fatídica temporada. Y que hoy es domingo, día de desfile, y mañana, en el monte, las penas serán menores.