«Damos por supuesto que en una atención sanitaria pueden producirse lesiones por presión, que son las escaras, las llagas, las úlceras... Y no debería ser así, deberíamos poner todos los medios para que no se produzcan, porque es un efecto adverso de la atención sanitaria frecuente y que, precisamente por habitual, está infravalorado», dice el enfermero Luis Real; desde hace años metido de lleno en la prevención de este tipo de lesiones y, ahora, doctor por la Universidad de Jaén con una tesis que demuestra que solo la aplicación sistematizada y continuada de una serie de medidas sencillas puede reducir en un 74,1% la prevalencia de las lesiones que, todavía, hay quien considera inherentes a un ingreso.
Real defendió su tesis, «el primer estudio de España de este tipo», a primeros de julio, tras 7 años de dedicación. Pero destaca que no partía de cero, ya que el HUBUcreó en 2012 la 'subcomisión de heridas' y un año después, la unidad específica para esta materia, que es competencia de la enfermería. Así, el complejo dispone de protocolos que se actualizan cada 2 o 3 años y cuya eficacia se evalúa, también periódicamente, en unos estudios de prevalencia de lesiones por presión adquiridas, siempre, en la estancia hospitalaria. Así comprobaron que rondaba el 22% o el 23%, «que es una cifra elevada» y, también, que apenas variaba entre un estudio y el siguiente. «Dábamos formación, insistíamos con el personal y, a pesar de los esfuerzos, se mantenía», dice Real, antes de añadir que, entonces, se dieron cuenta de que «había que buscar otra cosa».
Y así surgió lo que denominan 'paquete de cuidados', por la expresión inglesa carebundle, «que es una manera simplificada de implementar la prevención de este tipo de lesiones». Tras estudiar manuales y guías, Real seleccionó las medidas que tenían mayor evidencia científica y eligió las cinco que creyó, «por consenso», que serían las más eficaces para el HUBU: evaluación de la piel; valoración del riesgo (para detectar de forma precoz cualquier lesión, por incipiente que sea); inmovilidad (para aludir a lo contrario, a la necesidad constante de mover a un paciente); talones protegidos (por ser una de las zonas en las que más heridas 'evitables' se hacen); y alivio de la presión. Con la inicial de la primera palabra de cada una de estas medidas se forma la sigla 'evita' y, por tanto, un mensaje fácil de recordar y de aplicar. «Lo que quieres es que el conocimiento teórico pase a la práctica y mantener una tensión preventiva para que el paciente no se escape; ni siquiera unas horas, porque en ese tiempo ya podemos tener una herida», afirma, sin obviar que algunas pueden llegar a ser muy graves. «Hay zonas de la piel muy finas y una herida aparentemente pequeña puede llegar a ser de categoría cuatro [la más grave, según la escala internacional que se emplea para la valoración], porque ya llega al hueso. De estas tenemos muchas, afortunadamente, pero hay, asevera.
El siguiente paso fue evaluar la eficacia de estas cinco medidas, algo que se hizo en las plantas de Medicina interna, Aparato digestivo y Neurocirugía y, en total, en unos 80 pacientes. Y no solo se constató que la prevalencia caía un 74%, sino que también se reducía la gravedad de las lesiones. El ideal a partir de ahora sería poder aplicar esta metodología específica en todo el hospital y, a la vez, comprobar el grado de «fidelización» a las medidas del personal de las tres plantas en las que se implementaron y para el que Real no tiene más que agradecimiento: «Conseguimos 4.000 anotaciones; sin ellos, no hubiera sido posible».