Los Gigantillos y Gigantones se han quemado, caído, roto la cabeza o la nariz, han visto cómo se les deterioraba la indumentaria y se han quedado sin bailar por una pandemia. Los danzantes han sufrido la escasez de niños, se han quedado en casa por un virus mundial y han superado modas y millones de extraescolares muchísimo más atractivas. En los 5 siglos que llevan formando parte de la historia de la ciudad los unos y los otros han visto el declive de algunas tradiciones, la evolución de las fiestas y la gloria y el infortunio del folclore.
Para mantenerse erguidos y que sus espaldas estén cubiertas ante los riesgos de ser pasto de olvido, dejadez, falta de presupuesto o preferencias personales, la Gerencia de Cultura quiere proteger estas figuras tradicionales para que duren otros cinco siglos más. «Son vulnerables a su desaparición porque puede venir cualquier concejal y decir que ya no se usan, cargárselo porque lo ve antiguo o no apoyar a la escuela y que muera por inactividad. Siempre es mejor blindarlo ante las tentaciones y peligros que les puedan acechar. Hay tradiciones que se han perdido por circunstancias baladíes», señala la concejala Rosario Pérez Pardo.
En quince días la Gerencia que preside enviará a la Junta el dossier de más de cien páginas que respalda su declaración como Bien de Interés Cultural esperando una evaluación favorable a su protección en la categoría Inmaterial. Hasta ahora la provincia no tiene protegido ningún elemento de esta clase, salvo los que son de carácter regional como la tauromaquia, la cetrería o las mascaradas. Ejemplos similares en Castilla y León con este título los hay en León con sus pendones y la lucha leonesa, la Pasión zamorana o los ritos de Semana Santa en Medina de Rioseco, por ejemplo. Los Gigantillos, Gigantones y Danzantes podrían serlo por ser una tradición popular que se usa en actos festivos; estar interiorizada en los burgaleses como parte de su identidad, formar parte de la memoria colectiva y, como decimos, ser elementos vulnerables.
Apegados al Corpus. El grupo de niños que bailan bajo la dirección de los tetines es la formación activa más antigua de la provincia. Su origen se remonta a la Edad Media y a uno de los tres jueves católicos que, según el dicho popular, relucen más que el sol. De la fiesta del Corpus Christi hay registro documental en Burgos desde el año 1462 aunque a los danzantes se los menciona desde el siglo XVI, como grupos foráneos al principio.
Es a partir de 1780 cuando actuará solo una compañía de danzantes compuesta por burgaleses con el encargo anual del concejo. Desde 1800, hace por lo tanto 220 años, el grupo es estable y hasta al menos 1852 se componía de 8 niños varones que pasaron a depender del Ayuntamiento. Ya hace más de un siglo, antes de 1874, estaba integrado, como hoy, por doce chavales de entre 10 y 14 años, y posteriormente se incorporan tres auxiliares o paleros para llevar los instrumentos.
Los tetines que dirigen las danzas provienen de la figura del cachidiablo, que existe en el Corpus burgalés desde el siglo XVI. Sin embargo, la función de instruir a los danzantes no la adquieren hasta el siglo XIX. El primer maestro que se conoce es, en 1828, el briviescano Felipe Álvarez, conocido como Tetín. De ahí que su apodo fuera más adelante la forma de llamar a estos personajes. Actualmente la elección de los tetines se realiza en la Escuela Municipal de Danzantes.
De la presencia de gigantes también hay constancia a partir del siglo XVIy la fiesta del Corpus, aunque se cree que provienen de las tarascas del siglo XIII. En 1674, hace 350 años, el conjunto se componía de diez gigantes de los que dos se denominaban 'español' y 'española'. Pero todos los gigantones se terminaron renovando en 1738. En ese momento eran diez: rey y reina, turco y turca, gitano y gitana, negro y negra y dos gigantillas acompañados por un tamboritero.
Los que hoy conocemos datan de 1899, reconstruidos en 1973 tras quemarse en un incendio. Entonces se aprovechó para realizar la estructura de aluminio en lugar de la madera de su origen. La cabeza y extremidades son de cartón piedra.
Vestimenta llamativa. Tanto danzantes como Gigantillos y Gigantones han vestido varios modelos según la época. En el siglo XIX los varones bailarines iban de blanco y engalanados de cintas y bandas de colores. En 1900 llevaban «zapato blanco, calzón pequeño, 'sayilla' corta y gracioso sombrerete», según la descripción del cronista de la ciudad. El actual atavío, más propio de un paje del siglo XVI, data de 1921: calzas moradas con tonelete con mangas y sobre manga de terciopelo rojo con galones dorados, gorra de terciopelo rojo con pluma blanca, correaje y faltriquera en cuero y sandalias. El traje de los paleros y ayudantes es igual pero en verde. Tampoco es discreta la vestimenta de los tetines, con cascabeles y tonos rojo, verde y azul.
Los Gigantillos visten como una pareja serrana de fin de siglo y los Gigantones acorde a lo que representan: los continentes americano (indios), africano (los negros), asiático (los chinos), los Reyes Católicos y El Cid y doña Jimena.
Toda esta historia acumulada en cinco siglos es la que se quiere preservar, tratando que la evolución que necesiten no suponga su extinción. Con estas tradiciones han creado sus recuerdos millones de burgaleses, tanto con los bailes de los gigantes como con unas danzas que los niños desde que son pequeños se comprometen a mantener y conservar.