La vida de María José Fernández siempre ha girado en torno a la agricultura. Nieta e hija de agricultores, vecina de Navas de Bureba, el apego al origen y a sus raíces le llevaron a emprender con ilusión uno de sus proyectos más personales: la inauguración de la casa rural Triticum. En español trigo. Lo que comenzó como la compra del granero de enfrente de la vivienda familiar para transformarlo en merendero, mutó en un negocio turístico con el deseo de «promover la dinamización» del pueblo y, en la medida de lo posible, su «activación económica y la del entorno más próximo», manifiesta la propietaria. Su empeño en apostar por la rehabilitación y recuperación del patrimonio y conjunto arquitectónico rural mediante la restauración del actual tejido urbano, en «progresivo estado de deterioro y abandono» también tuvo que ver a la hora de dar un paso tan importante.
Con capacidad para diez personas y con espacios amplios para disfrutar tanto en el interior como en la zona exterior, si algo destaca por encima de todo es el gusto con el que han decorado cada uno de los rincones mezclando mobiliario moderno con muebles fabricados por ella y su marido Ismael con materiales reciclados. La Guerra de Ucrania y el incremento de los precios en el sector de la construcción provocó que la pareja tuviera que replantearse la idea previa que manejaba al quedarse «prácticamente sin dinero para amueblar la casa». Por ello, no quedó otro remedio si querían ver rematado su proyecto en vestirse el mono de obra, las gafas y guantes protectores para cortar y dar forma a la madera que ahora luce en forma de estanterías, mesillas de noche o muebles de baño.
Lo vintage ahora está de moda y, en caso contrario, la burebana hubiera resucitado el estilo con un cabecero construido hace casi un siglo que antaño se ubicaba adosado a la pared, en la parte superior de la cama de su abuela materna. Su padre lo conservaba en una lonja y ahora luce en uno de los dormitorios principales de la primera planta como una pieza recién salida del taller.
Los dueños han rescatado piezas, como el cabecero, de casi 100 años de antigüedad. - Foto: S.F.L.Las mecedoras, algo menos antiguas, comparten espacio con sillones del siglo XXI sin alterar el ambiente, ese que se han empeñado en mantener al detalle para que los huéspedes se «sientan como en casa». La chimenea del salón, el gran espacio diáfano de la planta superior o la cocina equipada para elaborar suculentas recetas con productos de la huerta que los dueños regalan a los usuarios, invitan a pasar unos días en un entorno en el que reina la tranquilidad. Pero lo que «sin lugar a dudas atrapa la atención de la mayoría de las personas que reservan» es el patio trasero. Una piscina «con chorros» da la bienvenida a un espacio en el que perderse durante días mientras uno degusta un delicioso asado cocinado en la barbacoa. «Por no hablar del entorno natural que nos rodea, un lugar de retiro ideal para los amantes del senderismo y los deportes de aventura», declara.
Una pequeña gran ayuda. El nuevo alojamiento ubicado en pleno Parque Natural de los Montes Obarenes ha supuesto una inversión más «potente» de la que el matrimonio esperaba. Si bien, una ayuda de 47.803 euros procedente Adeco Bureba «nos facilitó las cosas», reconoce María José Fernández.
Desde que el grupo de acción local pusiera en marcha el Plan Leader en el año 2016, ha aprobado 88 expedientes de proyectos de distinta índole, 40 de ellos en territorio burebano, el último esta casa rural, y 28 ya están certificados. 685.634 euros se han destinado íntegramente a la comarca para ayudar con la puesta en marcha de cafeterías, centros de promoción turística, una peluquería y varios alojamientos. Según los datos que aporta la agrupación, con esta aportación se han creado «20 puestos de trabajo».